En el marco entrañable de las fiestas de la Navidad, ya es tradición que el primer día del Año Nuevo la Iglesia celebre la Jornada Mundial de la Paz, para la cual el Papa Francisco ha elegido como tema de su Mensaje para 2021: “La cultura del cuidado como camino de la paz”. Afirmando: “Cultura del cuidado para erradicar la cultura de la indiferencia, del rechazo y de la confrontación, que suele prevalecer hoy en día”.
Fortalecer la oración por la paz es extender a todo el mundo, a la familia de los pueblos, la bendición que se escucha en el Libro de los Números, primera lectura de la misa del nuevo año: “Que el Señor te muestre tu rostro y te conceda la paz” (Núm 6,26). Es recoger el canto de los ángeles en Nochebuena: “En la tierra paz a los hombres de buena voluntad” (Lc 2, 14). Esa es nuestra oración y es nuestro canto para este comienzo del Año Nuevo.
Oración que adquiere especiales connotaciones de gran necesidad en el presente de nuestro país, cuando vivimos momentos agravados por leyes que afectan a la vida y a la libertad, como son las recientes sobre la eutanasia y la educación, y que se enmarcan en una triste dinámica de la actual política dominante que rompe o aleja consensos, ahondando en seculares fracturas, encendiendo fuegos peligrosos en un momento de especial vulnerabilidad en el cuerpo social de nuestro país, asaltado por emergencias que requieren unir las fuerzas de todos.
Junto al don de la paz, imploremos a Dios por el necesario don de la salud en estos tiempos de pandemia. Roguémosle por los enfermos y por aquellos que les cuidan. En tiempos especialmente difíciles, como son los nuestros, salen a relucir aspectos negativos de las personas y de la misma sociedad, algunos de ellos los acabamos de señalar, pero también se manifiestan aspectos positivos del cuerpo social y de hombres y mujeres que con su callado servicio y calidad moral hacen posible que sigamos funcionando, hacen posible que la vida y el amor, el cuidado sacrificado por los demás, sigan mostrando la huella de Dios en lo mejor de muchísimos seres humanos; las paredes de Residencias y Hospitales, de tantos servicios y hogares son testigos mudos de esta verdad.
Y junto a la paz y la salud, imploremos a Dios por el enorme bien personal y social que es el trabajo. Las consecuencias económicas, laborales, sociales de la pandemia en la que estamos sumidos dicen los expertos que están por ver, en gran medida. En nuestra tierra alicantina hay sectores sumamente afectados. Aspectos importantes en nuestro modo de vida, tan propios de nuestro pueblo, como son las relaciones sociales y las fiestas y celebraciones, han quedado también seriamente tocados. Especialmente seamos sensibles a los más vulnerables, sensibles a tantas familias en necesidad. Esto nos empuja al compromiso ante tamaña situación, y nos lleva al apoyo decidido a los hombres y mujeres que desde Cáritas, Migraciones, y los demás diversos servicios sociales sirven a los demás.
Es ciertamente difícil el momento, pero veámoslo también como una oportunidad. Oportunidad para, con la gracia de Dios, cambiar, priorizar en la cosas esenciales, desembarazarnos de superficialidades y atender a urgencias que nos reclaman, comprometidos con la fraternidad y con el “cuidado” del que nos habla papa Francisco en su Mensaje para la Jornada del inicio del Año Nuevo: “cuidado de la dignidad y de los derechos de la persona”; “del bien común”; de “la solidaridad”; de “la protección de la creación”; teniendo a “Dios Creador, como modelo del cuidado” y a Jesús como “punto culminante de la revelación del amor del Padre por la humanidad (Cf. Jn 3,16)”.
Recién estrenado el Año nos encontramos con dos fiestas que iluminan poderosamente el imperioso compromiso con la esperanza que entiendo que nos pide el Señor en tiempos difíciles como los nuestros. En la fiesta de la Epifanía, en el Evangelio de dicha Solemnidad (Mt 2, 1-12), la figura de los “Magos de Oriente” nos muestra la capacidad de mirar arriba, hasta el punto no sólo de descubrir “la estrella” sino de seguirla, y de mostrar una fe fuerte, capaz de persistir en la búsqueda en medio de la oscuridad y de las mediaciones difíciles, capaz de una constancia que les conduce a la meta. Toda una lección.
En la fiesta del Bautismo de Jesús, en el Evangelio en esa Solemnidad (Mc 1, 7-11), contemplamos el “rasgarse los cielos” en el Jordán, al Espíritu Santo posarse sobre Jesús y la voz del Padre proclamarlo como su “Hijo amado”. Él es Dios con nosotros, en medio de su pueblo, que sale de las aguas del Jordán como nuevo Moisés para guiar a la humanidad hacia pastos fecundos de paz, de salvación y de justicia. Él es definidamente, con su presencia y cercanía, el apoyo firme de nuestra esperanza.
Afrontemos el Año Nuevo acogiéndonos al cuidado maternal de María, estrella de nuestro camino, madre de nuestra esperanza que es Cristo. Un año especialmente apreciado por ella: el año de su esposo San José. Pues el papa Francisco ha convocado a la Iglesia a un “Año de San José”, que va desde el 8 de diciembre pasado al mismo día de 2021.
Os animo a tener especialmente a S. José presente en este año, sobre todo las parroquias que lo tienen como titular, diez en nuestra Diócesis, y aquellas instituciones y servicios que le pueden estar vinculados, como la pastoral de la buena muerte y de los enfermos, tan relevantes en tiempos de pandemia. Orad ante él y reflexionad sobre su vida y sus grandes valores humanos y cristianos. A su protección confiamos a nuestra Iglesia. A su protección os confiamos en el Nuevo Año.
Dios os bendiga.
✠ Jesús Murgui Soriano.
Obispo de Orihuela-Alicante.