Guerras y vidas robadas
Al recordar el encuentro ecuménico del pasado 20 octubre en Roma, en la «Piazza del Campidoglio», que compartió con Bartolomé I y otros líderes religiosos, Francisco abrazó con la mirada al mundo, señalando cómo, además de la pandemia, la guerra continúa «afligiendo a muchas partes del mundo» y nuevos conflictos armados roban la vida de hombres y mujeres.
«Sin duda», escribe el Papa en su mensaje, «todas las iniciativas tomadas por los organismos nacionales e internacionales para promover la paz son útiles y necesarias, pero el conflicto y la violencia nunca cesarán hasta que todas las personas alcancen una conciencia más profunda de que tienen una responsabilidad mutua como hermanos y hermanas».
Iglesias hermanas
Una fraternidad que Francisco afirma haber experimentado «en primera persona» en los diversos encuentros con el Patriarcado Ecuménico y que, de hecho, reconoce que el «deseo de una mayor cercanía y comprensión entre los cristianos» fue manifestado por Constantinopla «antes de que la Iglesia Católica y otras Iglesias entablaran el diálogo».
El Papa cita como prueba de este hecho una carta encíclica del Santo Sínodo del Patriarcado Ecuménico enviada a las Iglesias de todo el mundo hace cien años. «Cuando las diversas Iglesias se inspiren en el amor y lo pongan en primer lugar, en su juicio sobre los demás -dice la carta del Santo Sínodo- en vez de aumentar y ampliar las disensiones existentes, podrán disminuirlas lo más posible» y además «con su voluntad de dar, siempre que se presente la ocasión, una mano de ayuda y asistencia, entonces harán y cumplirán muchas cosas buenas para gloria y provecho tanto de ellos mismos como de todo el cuerpo cristiano».
Objetivo: la unidad
Un texto que no ha perdido su relevancia, enfatiza el Papa, acompañando los deseos al Patriarca Bartolomé I para la fiesta de San Andrés con la observación del notable crecimiento de las relaciones entre la Iglesia Católica y el Patriarcado Ecuménico en el último siglo.
«Aunque siguen existiendo obstáculos, confío -escribe Francisco- en que, caminando juntos en el amor mutuo y persiguiendo el diálogo teológico» será posible alcanzar la meta «de restaurar la plena comunión expresada a través de la participación en el mismo altar eucarístico», para «reunir a todos los hombres en un solo cuerpo, y en la piedra angular de la Iglesia una y santa».
(Alessandro De Carolis – Ciudad del Vaticano, vaticannews.va)