Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado. Saludo a los refugiados y a los migrantes presentes en la plaza en torno al monumento titulado: “Ángeles sin saberlo” (cfr. Hb 13, 2), que bendije hace un año. Este año he querido dedicar mi mensaje a los desplazados internos, los cuales están obligados a huir, como les sucedió también a Jesús y a su familia. «Como Jesús obligados a huir», así los desplazados, los migrantes. A ellos, de forma particular, y a quien les asiste va nuestro recuerdo y nuestra oración.
En el octavo vídeo realizado por el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que desde junio ha promovido una campaña de comunicación, hacemos un repaso de ese importante momento que ha tocado el corazón de muchas personas y de quienes las asisten, como el padre Jalal Yako, un misionero rogacionista iraquí que trabaja estrechamente con los desplazados internos, y cuenta su experiencia en el campamento de Erbil. Él recuerda a las 250 familias que se vieron obligadas a vivir en un contenedor en condiciones durísimas: el invierno, el frío. “He vivido una experiencia fuerte, dolorosa pero rica de humanidad”, afirma. “Esta gente necesitaba la presencia de la Iglesia para recuperar la esperanza”.
El padre Jalal define su experiencia como un momento de crecimiento, de amistad, de humanidad y de sentirse investido de la presencia de Jesús en esta misión, y expresa su gratitud a los muchos “buenos samaritanos”, que les han ayudado.