En la misiva, el Pontífice desea agradecer de modo especial a los sacerdotes que viven el tiempo de la vejez o la hora amarga de la enfermedad, “por su testimonio de amor fiel a Dios y a la Iglesia, por la silenciosa proclamación del Evangelio de la vida, porque son un recuerdo vivo en el que apoyarse para construir el mañana de la Iglesia”.
A causa de las restricciones vividas en los últimos meses por el COVID-19, el Papa Francisco subrayó que “hemos conocido lo que algunos de ustedes, así como muchos otros ancianos, experimentan a diario”. El Pontífice desea que este tiempo de prueba, “nos ayude a comprender que es necesario no perder el tiempo que se nos da; que nos ayude a disfrutar de la belleza del encuentro con el otro, a curarnos del virus de la autosuficiencia”.
Concluye su mensaje señalando que esta crisis mundial a causa del coronavirus, “puede ser una experiencia de purificación” para muchos y “para nuestra vida sacerdotal”. Citando al profeta Malaquías, nos recuerda que la fragilidad puede ser «como el fuego del fundidor y como la lejía de las lavanderas» (Mal 3,2) “que, elevándonos a Dios, nos depura y santifica”.
(Ciudad del Vaticano, vaticannews.va)