Queridos sacerdotes, religiosos y fieles laicos de nuestra Archidiócesis:
I. INTRODUCCIÓN
Hace muy pocas fechas hemos recibido de Roma la Concesión de un Año Jubilar, un Año Santo, dedicado a Nuestra Madre del Cielo, con motivo de los 75 años de aquellos acontecimientos extraordinarios sucedidos en Chandavila (La Codosera) a partir del día 27 de mayo de 1945.
Desde esa fecha y apoyada en la confesión verbal de una niña, Marcelina, y de una adolescente Afra Brígido, además de unos sucesos excepcionales de los que ellas fueron protagonistas y en los que hubo numerosos testigos de toda edad, condición y formación intelectual, muchos de los cuales todavía viven, se iniciaron en el lugar conocido como Chandavila (La Codosera) actos de piedad y celebraciones litúrgicas en honor de Nuestra Señora de los Dolores, cada vez con mayor participación de creyentes. Desde el principio, estos actos de piedad (rezo de Santo Rosario, celebración del Viacrucis o de los Dolores de
Santa María… etc.) tuvieron el permiso y la aprobación de la Iglesia. En ningún momento el Obispo de la diócesis tuvo que censurar o prohibir alguna de esas manifestaciones de fe que tenían como referencia a María Santísima. Los Obispos
que me han precedido han visitado frecuentemente el Santuario, han celebrado la Eucaristía en alguna de las festividades de la Virgen y, han venido a pasar unas horas y rezar en este lugar que invita a la oración sosegada y piadosa.
Chandavila, lugar de oración
El paso de los años ha ido purificando, como es lógico, algunos detalles, iniciativas o peticiones que podían desdecir del carácter sagrado del recinto. Es de agradecer que los párrocos de La Codosera y los miembros de la Hermandad hayan
tenido claro y transmitido con firmeza lo que la Virgen quería que fuera ese lugar, bendecido por la presencia de la Madre Dolorosa, de acuerdo con el testimonio veraz de las videntes: un lugar de oración y de conversión de los corazones a Dios.
Estos han sido los principales motivos que me han llevado a solicitar de la Santa Sede la concesión de un Año Jubilar, que promueva nuestra conversión personal, que cambie nuestro corazón para pedir y ofrecer el perdón y que aceptemos gozosos la presencia de la Cruz salvadora en nuestras vidas, cómo y cuándo Dios quiera hacernos partícipes de ella. Todo ello, poniendo
como intercesora a Nuestra Madre del Cielo.
Además de todas estas referencias de mis predecesores, pastores que se han distinguido por una exquisita prudencia, he tenido la oportunidad y el gozo de haber conversado con la Hermana Marcelina, quien a sus más de ochenta años mantiene una lucidez y una sencillez de alma que me impresionó sobremanera. Ha sido una oportunidad única que me asegura en los motivos que avalan la presencia de la Virgen en este lugar santo de Chandavila, con un mensaje claro e inteligible que no ha perdido actualidad. (sigue…)
+ Celso Morga
Arzobispo de Mérida-Badajoz