Queridos diocesanos:
Este domingo, 26 de julio por la tarde, celebraremos un funeral en la catedral por todos los difuntos a causa del COVID-19. También por todos aquellos que fallecieron en este tiempo y no pudieron celebrar la Eucaristía con familiares y amigos debido a las circunstancias externas que nos obligaban a evitar aglomeraciones o contactos personales de despedida y cariño.
En nuestra oración cabrá también un recuerdo por todos los enfermos; también por sus familiares y por todos los profesionales que han sufrido la tensión de colaborar en el cuidado de las víctimas que llegaban a sus unidades hospitalarias.
Será una celebración solemne y entrañable al mismo tiempo. Participarán todas las comunidades de la diócesis y, desde sus domicilios, se unirán los enfermos, los impedidos y aquellas personas que son consideradas de alto riesgo. Se ha hecho lo mismo en otras diócesis con un consejo previo dado a los párrocos para que celebraran primero en su comunidad un funeral en sufragio de cada uno de los feligreses que han fallecido durante este tiempo tan extraño para todos.
Os invito a todos a participar asistiendo ala celebración en la catedral o también orando desde vuestros domicilios.
Y el acto consiste en la celebración de la Eucaristía, el Memorial de la Muerte y Resurrección de Jesucristo. Contiene todo el bien espiritual de la Iglesia; es el compendio y la suma de nuestra fe; es la Acción de Gracias de Jesús al Padre recordando la Cena que Él celebró con sus discípulos horas antes morir en la cruz; es la garantía y el anticipo de la vida eterna. Y a ese destino final nos encaminamos todos. Necesitamos, por tanto, el Pan Sagrado para alimentar y fortalecer nuestra vida en esta tierra en la fe, la esperanza y la caridad y para permanecer unidos en la oración con aquellos hermanos nuestros que, tras su fallecimiento, confían en la misericordia de Dios. Los cristianos participamos y ofrecemos lo más importante que tenemos, la Eucaristía, esperanza y consuelo de los vivos y vida de los que ya han muerto. Por ello en la Misa pedimos por los difuntos, recordamos su presencia en nuestro devenir y mostramos nuestro amor por ellos.
Ha habido mucho sufrimiento durante estos meses; mucha soledad acumulada en los enfermos y en sus familias; mucho esfuerzo en los profesionales; un gran clima de oración en las comunidades cristianas, como en la Casa Sacerdotal que diariamente, desde el 14 de marzo, rezábamos por los difuntos, por los enfermos y por todos sus acompañantes. También se ha observado mucha manifestación solidaria por paliar un poco los efectos de esta pandemia. Todo ello a título individual o también en el interior de las pequeñas comunidades.
Ahora queremos de forma pública resumir todo este tiempo en el funeral de la catedral. Toda la diócesis rezando, confiando, pidiendo a Dios el fin de esta situación, agradeciendo la generosidad de tantos y aumentando la esperanza en la vida definitiva junto al Padre. Los cristianos mantenemos alto nuestro compromiso y participación con las dificultades y sufrimientos de las personas de nuestro mundo; también contribuimos con nuestra actitud a avivar las muestras de caridad y esperanza. Tras esta tragedia queremos cambiar el estilo de vida con una mirada más abierta a Dios y con una atención más intensa a los que más sufren. Que el Señor nos lo conceda.
Con mi bendición y afecto.
+Salvador Giménez,
Obispo de Lleida.