Este domingo, día 5 de julio, la Iglesia nos propone vivir la Jornada de Responsabilidad en el Tráfico.
Nosotros la viviremos muy especialmente en la Eucaristía de las 7 de la tarde, en la parroquia de Sant Josep, y con el reconocimiento a los alumnos del concurso escolar sobre educación vial, que este año, a causa del confinamiento, no se ha podido realizar.
En nuestra Diócesis, la Delegación Episcopal del Tráfico vela durante todo el año para ayudarnos a ser conscientes de nuestra responsabilidad como conductores o peatones: reúne y acompaña a las víctimas de accidentes, organiza cursos de formación para universitarios, propone en las escuelas un concurso de redacciones, dibujos… para concienciar a los alumnos de la necesidad de ser responsables en esta asignatura y de procurar evitar los accidentes y sus consecuencias.
La responsabilidad en el tráfico, como conductores de vehículos del tipo que sea –coches, motos, patines, bicicletas, etc.–, o como simples peatones, es una actitud necesaria que para nosotros es concreción del nuevo mandamiento de Jesús: “El amor a Dios y el amor a los demás”.
Sí, el amor a Dios, porque nuestro Dios es un Dios de Vida, no de muerte.
Precisamente su oferta de salvación es la vida plena y eterna, superando el paso por la muerte, pero a la vez para vivir con más intensidad y sentido la vida humana de cada día, tal como afirma Jesús: «He venido para que tengáis vida, y vida para siempre”.
Algunas veces he oído, al comentar algunos accidentes, la pregunta: “¿Por qué Dios permite estas cosas?”. Hay que cambiar la pregunta y dirigírnosla a nosotros mismos, porque Dios no quiere eso ni lo permite. Somos nosotros quienes, de manera inconsciente o imprudente, provocamos los accidentes. Somos nosotros los responsables. Dios, precisamente, –si atendemos a lo que nos dice Jesucristo– nos pide que velemos por nosotros mismos, amándonos y amando a los demás.
A la vez, para nosotros la jornada es una invitación a rezar. Hay que pedir a Dios el don de la prudencia para no poder en peligro la propia vida y la vida del prójimo.
Redescubrir el amor a los demás y a uno mismo, cuando conducimos un vehículo, sea el que sea, o cuando nos movemos como peatones, exige las virtudes de la obediencia a las normas de circulación, la prudencia y la abstinencia del consumo de sustancias que impiden estar en buenas condiciones para una conducción segura.
La jornada también nos ayuda a reconocer y agradecer el trabajo de todos los responsables de asegurar la organización y la seguridad del tráfico. Hay que mostrar nuestro reconocimiento a la labor de los Mossos, de la policía local, de los bomberos y de los sanitarios por su asistencia cuando desgraciadamente hay accidentes.
Tampoco podemos olvidar a las víctimas de los accidentes de tráfico, a los difuntos, a quienes han visto mermadas sus facultades, y a sus familias. Hay que ofrecerles nuestra plegaria y compañía siempre que sea posible.
Tenemos que estar atentos para que nuestras carreteras, autopistas y calles no sean caminos de muerte, causa de vidas marcadas por heridas de todo tipo, sino de tráfico seguro hacia los encuentros familiares, puestos de trabajo, momentos de diversión, visitas, vacaciones…
Escuchemos de nuevo la pregunta de Dios: “¿Qué has hecho con tu hermano?”.
¡Acuérdate de tu hermano cuando conduzcas o camines, y vela por su vida y por la tuya!
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona