Cuando Jesús anuncia en el evangelio la venida del Espíritu Santo declara que “será quien os lo enseñe todo”, y así también dice a los apóstoles: “daréis testimonio”. Jesús nos da la fuerza extraordinaria del testimonio para evangelizar. Ser guiados a la verdad plena va más allá del conocimiento teórico; nos envuelve en una relación íntima con Dios Amor que nos impulsa a caminar, a vivir en la Iglesia, a evangelizar.
La verdad de Cristo conocida en plenitud nos ha de llevar a la libertad auténtica de los hijos de Dios, que se vive en el don, y no el espejismo de esa falsa libertad que promueve el indiferentismo y que elimina las responsabilidades, aunque quiera después ampararse en nuevos derechos. Sin la plenitud de la verdad de Dios que nos sitúa como criaturas amantes del Creador, como Hijos redimidos y agraciados por la Palabra de Cristo, como templos del Espíritu Santo, que es fuego celoso y devorador, perdemos la certeza de ser amados y la fuerza para transmitir la fe.
Hoy es, sin duda, más necesaria que nunca la coherencia. Ante quienes viven solo de emociones y todo depende de sus gustos, debemos mostrar que el orden viene del amor, pero es fácil el desorden si el Amor de Dios no jerarquiza nuestros actos y nos dejamos poseer de los amores egoístas y contradictorios. El sentimentalismo voluble y egoísta puede llegar a hacernos crueles, y caer en modernas contradicciones, asombrosas, pero frecuentes hoy, como en los ejemplos de quien ama más a una mascota que a sus padres, o al propio cuerpo más que a su hijo, o al coche más que a la esposa. El verdadero amor, sin embargo, califica los hechos, distingue lo valioso, jerarquiza las decisiones, criba los deseos y nos devuelve la racionalidad.
Empecemos ya a pedir al Señor el Espíritu Santo para que, entrando en la Vida de Dios, seamos testigos coherentes del Resucitado. Él mismo «nos lo enseñará todo«, haciéndolo vida en nosotros.
+ Rafael Zornoza
Obispo de Cádiz y Ceuta