Este domingo está dedicado principalmente a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Ha sido voluntad del papa Francisco instituir el domingo de la Palabra con una carta apostólica encabezada con la cita de San Lucas: “Se les abrió el entendimiento para que comprendiesen las escrituras” (Lc 24,45). Se trata de una exhortación para que la comunidad cristiana y cada cristiano dejemos que la Palabra de Dios sea la palabra que oriente, ilumine y fortalezca nuestra vida.
De hecho, cada domingo es el domingo de la Palabra, tal y como lo es cada día, pero es importante que un domingo al año la Palabra sea proclamada con más solemnidad y esté acompañada por un conjunto de signos que muestran la importancia que tiene para toda la Iglesia y para la humanidad. Si celebramos este domingo de la Palabra es para que cada domingo y cada día ésta tenga la primacía.
Recordemos la afirmación del Concilio Vaticano II, recogida también en el Concilio de la Tarraconense: “La Iglesia escucha la Palabra de Dios y la proclama como Palabra de Salvación. Es fundamental para la vida cristiana escucharla, leerla personalmente, meditarla, celebrarla en la liturgia y rogar con ella, para vivir su fuerza transformadora y en plena obediencia al Señor, bajo la guía del Espíritu Santo, dentro de la tradición de la Iglesia…”. (CPT, resolución 48).
Dios mismo ha querido revelarse a los hombres por medio de palabras, de hechos, de muchas maneras, y sobre todo mediante Jesús, que es la Palabra de Dios.
Los cristianos nacemos y crecemos con la ayuda de la Palabra de Dios. En la vida de la Iglesia es proclamada de varias maneras: en la liturgia de la Palabra, presente en todos los sacramentos; en el primer anuncio; en la catequesis para ayudar y profundizar en la fe; en la liturgia de las horas; en la plegaria personal; en la formación…
La Palabra de Dios tiene la finalidad de ser acogida y de suscitar una respuesta en los oyentes. Es la fe.
Hay que reconocer con preocupación que los cristianos quizá no conocemos suficientemente la Sagrada Escritura. La Biblia es el libro más difundido en todo el mundo, pero puede convertirse en el más olvidado y cubierto de polvo.
También hay que reconocer que desde el Vaticano II muchas comunidades parroquiales, además de las religiosas, ruegan con la Palabra de Dios. Es proclamada de una manera más entendedora en las celebraciones, es más meditada y estudiada… pero eso no basta. Tenemos que ser mucho más acogedores de la Palabra.
He aquí algunas sugerencias:
– Tener a mano, como libro de cabecera, la Biblia entera –o por lo menos el Nuevo Testamento– para leer, meditar y rezar.
– En las celebraciones, escuchar con atención las lecturas, porque Dios habla, Cristo anuncia el Evangelio y se hace presente al proclamar las escrituras. Hacen falta buenos lectores.
– Las plegarias de la Escritura, como el Padrenuestro y los salmos, son excelentes, puesto que respondemos a Dios con su misma Palabra.
– Hay que acentuar como prioridad la formación bíblica necesaria para que la Palabra de Dios resulte un elemento fundamental de la vida cristiana.
– En la catequesis y en la clase de religión, hay que enseñar a usar la Biblia para buscar textos, leerlos y meditarlos.
¡Dejémonos guiar por la Palabra de Dios!
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona