Entre las religiones “las cosas sagradas”, “lo sagrado”,” es lo que se ha separado para dedicarlo a la divinidad. Las otras cosas, el tiempo o el espacio restante, constituye “lo profano”. En el lenguaje corriente, fuera de cualquier referencia religiosa, el adjetivo “sagrado” significa algo intocable, por ser muy valorado y respetado. Así, decimos “eso o lo otro es para mí algo sagrado”, sea una afición, una costumbre, una idea, etc.
Pero una de las revoluciones más radicales que introdujo la fe cristiana en este mundo fue precisamente un nuevo significado de “lo sagrado”. Nos referimos a la revolución del acontecimiento que celebramos en torno a la Navidad: la concepción y nacimiento de Jesús, Hijo de Dios y de María. Desde el misterio de la Encarnación, según el cual creemos y profesamos que Dios, el Verbo de Dios, se ha hecho hombre, ¿qué significa “algo separado para Dios”? Mejor dicho, ¿hay algo separado para Dios, ajeno a su presencia?; ¿algo humano apartado del mundo y exclusivo para Dios, frente a las realidades consideradas “profanas”, indignas de Dios?…
Nuestra fe nos dice que nada hay verdaderamente humano, que sea indigno del Dios, Padre de Jesucristo o de su Espíritu. Sólo una cosa es absolutamente incompatible con nuestro Dios: el mal y el pecado. La oposición no está entre “mundo profano y mundo sagrado”, sino entre el mal, destructor del mundo y la humanidad, y Dios fuente de toda vida. Porque todo el mundo, puede ser, ha de ser, lugar de Dios. Toda la creación, incluida la humanidad entera, según el proyecto de Dios, sin dejar de ser auténticamente humana, es, ha de ser, un inmenso templo.
Es en este sentido que decimos que el Espíritu de Jesucristo ha de impregnar toda la vida humana: la cultura, el pensamiento, el trabajo, la convivencia, la política, el arte, la ciencia, etc. Jesucristo nos ha descubierto el sueño de Dios: ir llenando con su presencia todos los rincones de la vida humana y del mundo.
Y es en este sentido que decimos que la familia, esa unidad de vida que forman los padres y los hijos, es “sagrada”. Siempre se ha considerado como algo natural, pues los seres humanos, igual que los animales, nunca dejaron de crear estas unidades de vida de padres e hijos. Pero los creyentes vamos más allá y afirmamos que todo en la familia es, ha de ser, “sagrado”, porque es, ha de ser, lugar de Dios:
– El enamoramiento y la historia de amor de la pareja.
– El sueldo y los bienes compartidos.
– La sexualidad que da soporte y acompaña al amor de la pareja.
– La convivencia cotidiana, continuamente trabajada y rehecha.
– El trabajo físico y psíquico desarrollado en libertad y con esfuerzo.
– La alimentación y educación de los hijos.
Un largo etcétera, que conforma la vida familiar. Todo es sagrado, pues todo es lugar de Dios. Particularmente son lugares (momentos) de Dios, la alegría y los sufrimientos, las experiencias de plenitud y los vacíos, de luz y de oscuridad, compartidos. Porque lo más sagrado es ir viviendo con la fuerza de aquel amor que rompe toda soledad de muerte.
Por eso, sea cual sea la situación en que se encuentre hoy la familia, con el Concilio Vaticano II, seguiremos proclamando que es, ha de ser, sagrada, verdadera “Iglesia doméstica”, donde se refleja por gracia el misterio de la Santísima Trinidad.
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat