Esta es una pregunta obligada cuando comenzamos con el tiempo de Adviento el inicio del Año litúrgico. Adviento significa venida. Alguien viene y espera ser acogido. Alguien que nos ha amado primero, que tiene la iniciativa de venir y el deseo de acercarse a cada uno en persona, al pueblo, a las familias, a quienes se han alejado o los hemos descartado, en nuestra comunidad reunida en su nombre. Su venida alberga un misterio que, en la medida que entramos, conoceremos más. ¿Por qué viene? Lo podemos entender en la oración y desde su designio de amor: «Tanto amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna» (Jn 3, 16).
Esto es así. En la decisión de acercarse a nosotros está su amor y el resultado es la vida, la que Jesús ha dicho que nos da en abundancia (Jn 10,10). Mientras tanto, hay un tiempo de espera, un tiempo de estar despiertos, de atención, de escucha, de oración, de trabajo. Un tiempo de esperanza y silencio. Con la misma previsión pensamos qué nuevos caminos estamos dispuestos a abrir a Jesús que viene. Navidad nos recuerda y actualiza la continua presencia de Jesús que viene y nos pide que nos dejemos acompañar por él, abriéndole nuestro corazón.
En la Carta pastoral Bautizados, confirmados y enviados que os he escrito, hay muchas propuestas de caminos ya recorridos y otros que están por recorrer y, tal vez, aún por estrenar. En este trayecto hay muchas ocasiones para encontrarnos con Jesús que sale a nuestro encuentro. ¡No lo dudemos! ¡Acojámoslo! ¿Cómo? Él dijo: «Todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40).
Pensad en los caminos que nos abren a la espiritualidad cristiana y nos hacen vivir aquello que es esencialmente evangélico; caminos que facilitan nuestro encuentro con Jesús; caminos que contienen proyectos creativos y conversaciones edificantes; caminos que hacen posible el trabajo en equipo y en comunión; caminos que nos llevan a una impostergable renovación eclesial, a la conversión; también los caminos que nos ayudan a hacernos creíbles y nos invitan a encarnarnos más entre la gente, como Jesús; caminos que son sensibles a los clamores de los pobres, los enfermos, los niños, los jóvenes, los ancianos y de tantos que están solos… Caminos y más caminos… Vayamos abriéndolos… ¡Es el Adviento!
+ Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca