En la fiesta de hoy contemplamos el misterio del reino de Dios, que alcanzará su plenitud al fin de los tiempos (cf. 1.ª orac.). La unción de David como rey de Israel (1 lect.) ya anunciaba a Cristo glorioso y resucitado como Rey del universo, ungido por el Espíritu Santo con el óleo de la alegría (cf. Pf.). Para alcanzar esa plenitud del reino de Dios que esperamos, tenemos que vivir con el Señor el misterio de la cruz, donde Él reina coronado de espinas. En la cruz Cristo consumó el misterio de la redención humana y sometió a su poder la creación entera (cf. Pf.). Y, como el buen ladrón (Ev.), tenemos que pedir todos los días: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». La eucaristía es siempre la prenda del reino futuro que esperamos alcanzar, obedeciendo los mandatos de Cristo, Rey del universo (cf. orac. después de la comunión). (Comentario del Calendario Litúrgico-Pastoral 2018-2019).
Aleluya, aleluya, aleluya
¡Bendito el que viene en nombre del Señor!
¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David!
En aquel tiempo, los magistrados le hacían muecas a Jesús diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido». Se burlaban de él también los soldados, que se acercaban y le ofrecían vinagre, diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo». Había también por encima de él un letrero: «Este es el rey de los judíos». Uno de los malhechores crucificados lo insultaba diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros». Pero el otro, respondiéndole e increpándolo, le decía: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en la misma condena? Nosotros, en verdad, lo estamos justamente, porque recibimos el justo pago de lo que hicimos; en cambio, este no ha hecho nada malo». Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino». Jesús le dijo: «En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso».
Otras lecturas del día:
– 2 Sam 5, 1-3. Ellos ungieron a David como rey de Israel.
– Sal 121. Vamos alegres a la casa del Señor.
¡Qué alegría cuando me dijeron:
«Vamos a la casa del Señor»!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales, Jerusalén.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor,
según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia,
en el palacio de David.
– Col 1, 12-20. Nos ha trasladado al reino del Hijo de su amor.