Estamos en el mes misionero, lo iniciamos con la vigilia del día 1 de octubre y cada día es una nueva oportunidad para que sea un hecho el anuncio del Evangelio, de palabra y con hechos. Somos discípulos de Jesús y manifestamos nuestra adhesión a él y afirmamos el seguimiento que hacemos de su persona si nos sentimos enviados a hacerlo presente entre nuestra gente y en las estructuras de nuestra sociedad. «Ser discípulo —dice el papa Francisco— es tener la disposición permanente de llevar a otras personas el amor de Jesús y esto se produce espontáneamente en cualquier lugar: En la calle, en la plaza, en el trabajo, en un camino» (EG 127). Somos enviados a nuestra tierra, ser misioneros aquí, entre nuestra gente, provocando diálogos personales y compartiendo alegrías e inquietudes.
Esta es, queramos o no, la realidad eclesial y secular a la que el Señor nos envía y a ella nos debemos, contando siempre con su asistencia que no nos deja y nos anima diciéndonos «¡No tengáis miedo!» (Mt 28, 05:10; Mc 16,9; Lc 24,38) y «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20). Lo hace porque ponemos toda la confianza en él y podamos llevar a cabo la misión que nos confía. El encargo ya no puede ser más claro: «Id por todo el mundo y anunciad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16,15). Nos hace participar de lo mismo que él ha recibido y nos da la fuerza que necesitamos: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío a vosotros. Recibid el Espíritu Santo» (Jn 20,21-22). La misión nos viene de él y debemos realizarla nosotros con toda la confianza puesta en él.
Esta confianza nos tiene que cambiar la mirada y nos debe ayudar a verlo todo con ojos nuevos, como les sucedió a los discípulos que habían caminado con Jesús hacia Emaús y recuperaron la fe, el ardor apostólico, el coraje del anuncio, la fuerza del testimonio. Aunque tenían muchos motivos para estar desanimados por todo lo que había pasado, ahora viven el seguimiento de Jesús de una forma apasionante. Quisiera que os llegara al corazón, hasta contagiaros el coraje y la firmeza del papa Francisco, quien, a sus años, nos está dando una lección continua de entrega para hacer que la Iglesia sea misionera, ya que este es el mayor desafío que estamos viviendo. No nos cansaremos, aunque el ambiente nos presione para ir por otra dirección. Vamos confiados de que en este recorrido el Señor no nos deja y su Espíritu nos inspira en cualquier ocasión.
+ Mons. Sebastià Taltavull Anglada
Obispo de Mallorca