Mons. Celso Morga Queridos fieles: En este año 2019, la Iglesia ha querido destacar, en la Jornada mundial del enfermo del 11 de febrero y en la Pascua del enfermo que se celebra este domingo VI de Pascua (26 de mayo), la gratuidad en la entrega al cuidado de los enfermos. De ahí, que se haya propuesto el texto del Evangelio de san Mateo 10,8: “Gratis habéis recibido dad gratis”. En España este año las dos jornadas se han querido centrar en los voluntarios que atienden a los enfermos.
Démonos cuenta de la importancia de estas personas y de la necesidad de animar a más personas en este servicio. Su aportación al amor de la Iglesia por los enfermos se hace cada vez más importante. Es una respuesta a necesidades concretas: “estuve enfermo y me visitasteis” (Mt 25,31).
El enfermo es una persona que, en esos momentos de su vida, necesita una atención especial. La atención hacia el enfermo debe estar llena de humanidad, debe ser una dedicación que sale del corazón. Los voluntarios que trabajen en la Pastoral de la salud y, en general, todos los cristianos que, de una forma u otra, atienden a los enfermos deben ser mujeres y hombres movidos, ante todo, por el amor de Cristo. Personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo con su amor, despertando en ellos el amor al prójimo, especialmente a los más necesitados como pueden ser los enfermos (cf. Benedicto XVI, enc. Deus caritas est, n.31).
Ruego a los voluntarios de nuestra querida archidiócesis no perder nunca la identidad cristiana de su servicio. Esto supone, ciertamente, dentro del respeto exquisito a las convicciones o creencias de los enfermos concretos que atienden, no esconder el amor de Cristo que es lo que los mueve, estando siempre dispuestos a dar razón de su esperanza a todos aquellos que se la pidieren (1 Pe 3,15). No perder la alegría, el buen humor, la visión optimista de la vida, basada en la fe y en la presencia de Dios Padre en nuestras vidas, aun en esos momentos de postración y dolor.
La atención a los voluntarios con un adecuado acompañamiento de amistad y formación, prestando sobre todo atención a su formación cristiana, será imprescindible para ayudar a no perder esa identidad y formación del corazón. Como dice el Santo Padre en su mensaje, encomendemos este servicio eclesial precioso a María, Salus infirmorum. Que Ella nos ayude a compartir los bienes recibidos con espíritu de dialogo y de acogida sincera y abierta, a vivir muy atentos a las necesidades de los demás, a saber dar con corazón generoso, a aprender la alegría del servicio desinteresado.
Con mi bendición.
+ Celso Morga Iruzubieta
Arzobispo de Mérida-Badajo