Mons. Francisco Conesa Queridos diocesanos: Este año se cumplen 300 años de la dedicación de la iglesia de Santa María de Ciutadella, nuestra actual Catedral. La solemne ceremonia fue oficiada por el obispo de Mazara del Vallo (Sicilia), Bartolomeo Castelli el 18 de junio de 1719. Unos años más tarde, por bula de Pío VI de 23 de julio de 1795, sería restaurada la diócesis de Menorca y establecida la Catedral en la Iglesia de Santa María, que hasta entonces había sido la única parroquia de la ciudad, atendida por el párroco, paborde y una comunidad de presbíteros.
El acto de dedicación es una de las ceremonias más solemnes de la liturgia latina. Es una celebración que está también cargada de muchos elementos simbólicos que nos ayudan a comprender nuestra fe. Creo que vale la pena aprovechar esta ocasión para ofreceros una serie de reflexiones sobre lo que significa la Catedral para nuestra diócesis, sobre su simbolismo y su importancia. Dedicaremos por ello varios domingos a exponer el significado de la Catedral.
La consagración de un templo tiene su momento culminante cuando el obispo vierte crisma sobre el altar. En ese momento dice estas palabras: “El Señor santifique con su poder este altar y esta casa que vamos a ungir, para que expresen con una señal visible el misterio de Cristo y de la Iglesia”. Los edificios materiales que consagramos a Dios son símbolo del misterio de Cristo y de la Iglesia.
En el Nuevo Testamento se explica que el verdadero templo de Dios es Jesucristo mismo. Tanto en el Evangelio de San Juan como en la carta a los Hebreos se dice que Cristo es el único templo en el que se da el verdadero culto y se santifican los hombres (cf. Jn 2, 21, Heb 9, 24). Cristo es el definitivo templo, no hecho por manos humanas; es el lugar donde Dios establece su morada entre los hombres, como en otro tiempo lo hizo en la tienda de la alianza. Cristo es piedra angular y fundamento de la Iglesia. Así como un edificio se sustenta en el cimiento, donde se apoya toda la construcción, la Iglesia tiene como fundamento a Cristo, que es la piedra inquebrantable (Rom 9, 33; 1 Cor 3, 11; 1 Pe 2, 6) sobre la que se apoya la fe.
Cada templo que construimos quiere representar este misterio de Cristo, para que quien entre al mismo pueda percibir la presencia del Señor. En el rito de dedicación, cuando se inciensa el altar, dice el obispo: “Que en tu Iglesia se respire el aroma de Cristo”. Este es el sentido que tiene cada una de nuestras iglesias: difundir el aroma de Cristo.
Nuestra Catedral quiere expresar ese misterio de Cristo. El punto de referencia de todos los fieles es el mismo, Jesucristo, a quien representa el edificio visible de la Catedral. Como curiosidad podemos añadir que el símbolo de nuestra Catedral –que encontramos en pinturas, bordados y diversos objetos- es el Cordero degollado pero vivo, que lleva un banderín con el signo de la cruz, indicando su victoria sobre la muerte. El Cordero está sobre el libro de siete sellos. Esta representación de Cristo está inspirada en el libro del Apocalipsis (5, 1-14). El libro sellado indica la imposibilidad que tienen los hombres de comunicarse con Dios. Sólo el Cordero –que representa a Cristo- puede abrir los sellos y dar a conocer los secretos de Dios. Dice Apocalipsis 5, 9 que en el cielo resuena este cántico glorioso: “Eres digno de recibir el libro y abrir sus sellos, porque fuiste degollado, y con tu sangre has adquirido para Dios hombres de toda tribu, lengua, pueblo y nación”. Sólo Jesús es el Mesías, el Cordero victorioso y el Señor de los señores.
+ Francesc Conesa
Obispo de Menorca