Mons. Sebastià Taltavull Hacía catorce meses que había venido como administrador apostólico y, justamente hoy, día 25, hace un año, era acogido como obispo titular de esta Iglesia de Mallorca, enviado a servirla como Jesús, el buen Pastor. Ha sido un año intenso de contactos, visitas, celebraciones, encuentros y oraciones, un año en el que nos hemos ido tratando y conociéndonos, abiertos a ganarnos la confianza, poniéndonos a disposición para llevar adelante el proyecto pastoral que el Espíritu del Señor nos está señalando cada día. He intentado estar atento, hacerme cercano, como he escuchado todo lo que me ha llegado de cada uno de vosotros, con la voz que me habéis hecho llegar también de parte de él, el Señor.
En un año hemos tenido la oportunidad de hacer muchas cosas, reuniones, entrevistas, visitas individuales y a familias, parroquias y comunidades religiosas. He notado más que nunca una acogida exquisita, un trato lleno de cordialidad, una voluntad de cooperación y servicio, una disponibilidad que ha hecho posible que en este momento hayamos podido hacer una cierta reorganización diocesana confiando nuevos cargos a personas nuevas, especialmente provenientes del mundo del laicado y femenino. Con un agradecimiento general a todos con los que me he encontrado, quiero dar un especial relieve a los sacerdotes y diáconos. Las horas que hemos pasado juntos en reuniones, en conversaciones personales, en retiros de oración y encuentros de amistosa convivencia, me han confirmado que es posible vivir el gozo de una fraternidad sacerdotal que es la clave del ardor apostólico y del servicio pastoral que todo el mundo espera de nosotros.
A lo largo de este año, como le puede pasar a cualquier pastor, me ha hecho sufrir el dolor de aquellos y aquellas que se han visto acosados por la enfermedad, por el rechazo social, por la falta de recursos de primera necesidad, por el azote de las inundaciones y otras desgracias, por la ausencia de oportunidades en el mercado laboral, por cualquier tipo de explotación, violencia y abuso, por la indiferencia hacia los clamores que reivindican justicia, derechos humanos, reconocimiento social, por la falta de comprensión y de perdón.
Con vosotros, agradezco al Señor haber podido compartir el gozo de la misión entre vosotros y haber podido llevar la luz del Evangelio y el consuelo de Jesús. Seguiremos trabajando con este celo apostólico y no dejaremos de orar unos por otros. Sé que lo hacéis, pero no dejéis de rezar por mí. Una vez más, ¡muchas gracias!
+ Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca