Mons. Sebastià Taltavull La frase es de Jesús y abre muchos caminos en nuestro diálogo con la secularidad. Deberíamos poder pronunciarla mucho, es un reto y una invitación al mismo tiempo a nuestra capacidad de observación de lo que ocurre en nuestro entorno, tanto si nos referimos a las personas como a los acontecimientos. Observación creyente, no hay duda, pero con la sorpresa de que hay mucha semilla de Evangelio esparcida y que hay que detectar. Ya es un paso importante cuando, fijándonos en las personas que nos rodean, descubrimos actitudes evangélicas de los que puede que incluso ni ellas se den cuenta. Es un trabajo fascinante contemplar que por doquier hay quien vive el Evangelio no solo por su opción creyente, sino porque en el corazón de la laicidad va integrando nuevas formas de comunicación.
El mundo de los jóvenes es el principal exponente. Cuando nos limitamos solo a escucharlos, podemos captar muchas de estas nuevas expresiones. Por lo pronto, necesitamos tener una actitud abierta, libre de prejuicios, con voluntad de empatía para situarnos más desde ellos que no desde nuestros presupuestos. Sin embargo, no es suficiente con escucharlos, más bien veo necesario conversar con ellos para llegar a un diálogo constructivo que ennoblece un intercambio generacional. Por otra parte, la conversación también necesita de unas actitudes básicas como son la comprensión, la paciencia, la transparencia, la coherencia, la fidelidad a la propia vocación, que el otro también debe conocer y valorar.
El otro mundo es el de la familia y el de las relaciones humanas. Cuando detectamos situaciones de crisis en la sociedad, las estamos detectando en la familia. Cuando las relaciones humanas se debilitan, es que han perdido fuerza los vínculos familiares y de amistad. Entonces es cuando el esfuerzo de superación debe ser más grande y se deben recuperar aquellas actitudes que siempre debían haber estado. Valoremos cuando un niño se porta bien, cuando un joven es transparente, cuando el amor es más fuerte que las ideas y los prejuicios, cuando la fidelidad se abre camino y nos hace adultos, cuando el paso de los años nos orienta a hacer el bien, a pensar más en los demás, a perdonar con más facilidad, a superarnos constantemente, a llenarnos de esa vida interior que nos conecta con Dios, que es Amor.
+ Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca