El obispo de Alcalá de Henares, Mons. Juan Antonio Reig Pla, acaba de publicar una nueva carta pastoral titulada «Buscando la verdadera respuesta LA SANTIDAD». «La santidad – escribe Mons. Reig – es la participación de la vida de Cristo que se hace motor de nuestra libertad. De ahí la primacía de la gracia que apela a nuestra responsabilidad hasta poder decir con el apóstol San Pablo: «para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir» (Fil 1, 21). Desde esta perspectiva todo bautizado debe ser conducido al encuentro con Cristo y educado para poder individuar siempre la presencia real en la acción humana de Cristo salvador.»
El designio de Dios Padre – explica Mons. Reig – es Cristo, y nosotros en Él. En último término, es Cristo amando en nosotros, porque la santidad no es sino la Caridad plenamente vivida.»
«Quizá la idea popular que la gente se hace de los santos –comenta Peter Kreeft– sea agradable. Pero los santos de verdad no son personas amables. Son guerreros. Realmente molestan a la gente, tanto que a menudo acaban siendo martirizados. Eso es lo que dijo Jesús: “Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros” (Jn 15, 20). No se aprehende a personas agradables y se las clava en la cruz. ¿Juzgamos a Jesús en base a nuestra idea agradable de lo que debe ser un santo, o acaso juzgamos nuestra idea de lo que es un santo en base a la información que tenemos de Jesús? […]».
Los santos aman la paz verdadera. También odian la paz falsa, la paz basada en las mentiras. Los santos odian la violencia y la intolerancia en contra de los pecadores. Pero también odian la tolerancia al pecado. Los santos aman más a los pecadores, y menos los pecados, que el resto de las personas. Estas dos excentricidades desconciertan a la gente y con frecuencia la ofenden. En la época de Jesús, la primera de estas dos obras de los santos –amar a los pecadores– ofendía a sus enemigos, puesto que la moda resultaba entonces demasiado cruel: una verdad sin paz. Hoy día, la segunda de estas obras –odiar los pecados– ofende a los enemigos de Cristo y de su Iglesia, porque la moda ahora es más bien demasiado amable: una paz sin verdad.
En los tiempos de Jesús, quienes amaban a los pecadores eran acusados de amar los pecados. En la actualidad quien habla en contra de los pecados (aborto, sodomía, suicidio asistido, etc.) es acusado de “homofobia”, de ilegal o de utilizar el “discurso del odio”.
Los santos no son «amables. Se enredan en controversias, inevitablemente, siempre. Esto es debido a que los santos están entregados a la verdad como lo están al amor; no son falsos profetas que dan a la gente lo que quieran en vez de lo que necesitan. Pero sin importar lo impopular que pueda ser la descripción del trabajo de un santo, su doble devoción a la verdad y al amor es la única arma que puede ganar la guerra contra la cultura de la muerte. Sólo los santos pueden salvar al mundo. La auténtica razón por la que la Iglesia es débil y el mundo se muere es que no hay suficientes santos. No, eso no es del todo cierto. La razón es que nosotros no somos santos». (Peter Kreeft, Cómo ganar la guerra cultural, Ediciones Cristiandad, Madrid 2017).