Mons. Francesc Pardo i Artigas Hace unos meses, el papa Francisco nos escribió una carta, una exhortación apostólica, con el título “Alegraos y regocijaos”, que es una llamada a la santidad en el mundo de hoy.
No pretendo hacer un resumen, sino ofrecer una muestra de su contenido como una invitación a leerla, pensando en una comunicación personal.
El Papa dirige esta carta a todos los creyentes, a cada uno de nosotros, y no a unas minorías selectas. Es una invitación que nos hace llegar a todos nosotros que vivimos en el mundo, a los que trabajan y tienen familia, a los jóvenes, a los ancianos, a cuantos desean ser felices…
Con frecuencia, cuando oímos las palabras “santo” o “santidad” pensamos que no tienen nada que ver con nosotros, sino con aquellos a los que la Iglesia ha reconocido oficialmente como santos, o con personas muy buenas, de las que invitan a pensar: “Éste es un santo”.
¿Qué se entiende por santidad? Vivir los misterios de Cristo –muerte y resurrección- en la propia vida y reproducir en la propia existencia distintos aspectos de la vida de Jesús. En definitiva, “vivir en Cristo”.
La santidad se vive en la concreción aquí y ahora de nuestras vidas cotidianas, con pequeños gestos y detalles impulsados por la gracia de Dios.
Precisamente por ello el Papa insiste en descubrir la santidad “en la puerta de al lado”: en los padres que crían con amor a sus hijos; en los hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a sus casas; en los enfermos; en las religiosas ancianas y que siguen sonrientes; en aquellos que viven a nuestro lado y son un reflejo de la presencia de Dios.
Hay que resaltar los dos enemigos sutiles de la santidad desde la antigüedad: exagerar la perfección humana desconectada de la gracia de Dios (pelagianismo), y medir la perfección de las personas por la cantidad de conocimientos que acumulan (gnosticismo). Ambos enemigos pretenden ignorar que en esta vida las fragilidades humanas tan solo son sanadas del todo por la gracia de Dios. No somos santos por nuestras ideas o por nuestros grandes esfuerzos, sino por estar abiertos a la asistencia que Dios nos ofrece en nuestra debilidad.
¿Cuáles son los puntos concretos para entrar en el camino de la santidad? Tener tiempo para orar, frecuentar los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia , revisar la propia vida día a día, leer a menudo el Evangelio, las acciones enraizadas en la misericordia, y saber responder con amor a las necesidades de los demás, especialmente de los más pobres.
El Papa comenta las bienaventuranzas, en las que se dibuja el rostro de Cristo, que estamos llamados a reflejar en nuestras vidas. Bienaventurado o feliz es sinónimo de santo, porque manifiesta que la persona fiel a Dios y a su Palabra consigue la auténtica felicidad.
Tras el comentario a cada bienaventuranza se concluye:
– Ser pobre de corazón, es santidad.
– Reaccionar con humildad y mansedumbre, es santidad.
– Saber llorar con los demás, es santidad.
– Buscar la justicia con hambre y sed, es santidad.
– Mirar y actuar misericordiosamente, es santidad.
– Mantener el corazón limpio de todo cuanto mancha el amor, es santidad.
– Sembrar la paz en nuestro entorno, es santidad.
– Aceptar cada día el camino del Evangelio aunque ello nos suponga problemas, es santidad.
(La próxima semana continuaré la presentación de la carta del Papa)
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona