Mons. Agustí Cortés La eficacia y la fuerza transformadora de una política dependen en gran medida del atractivo que ejerce el ideal que mueve al político y que éste consigue contagiar a sus seguidores.
Hace unos años se hablaba mucho de “utopía”, que venía a ser como un sueño compartido, por el que valía la pena luchar. Para algunos, que se confesaban creyentes, esa utopía era como un sinónimo del Reino predicado por Jesús en el Evangelio. Desde ahí proponían el compromiso político cristiano, que vinculaban a otros proyectos políticos con los que veían muchos o todos los puntos en común.
Esta manera de pensar tiene muchos fallos, pero lo cierto es que todo político cristiano ha de tener unos ideales morales sobre la sociedad y el mundo en general, ha de luchar por ellos y ha de rezar para que se cumplan en concreto. No porque sean suyos, sino porque son voluntad de Dios y en ello va en juego la verdad y la felicidad del género humano.
En definitiva, el político cristiano ha de pedir a Dios que le enseñe su propia manera de pensar y le ayude a cumplirla.
Así se inicia el Salmo 71(72). Reza el rey o alguien por él: reza por el éxito de su misión, pero en el sentido de que su acción significará el ejercicio de la justicia, y la reivindicación del pobre, del afligido y del indigente, como de todos los que son víctimas de la violencia. Entonces sobrevendrá la paz.
Concede, oh Dios, al rey,
tu propia justicia y rectitud,
para que con rectitud y justicia
gobierne a tu pueblo y a tus pobres…
Ofrezcan las montañas y los cerros
paz y rectitud al pueblo.
¡Que haga justicia el rey a los pobres!
¡Que salve a los hijos de los necesitados
y aplaste a los explotadores!
Este deseo, hecho oración, no procede de una ideología aplicada a un proyecto transformador de la sociedad, sino de la voluntad de ser fiel a la voluntad de Dios sobre el mundo y la humanidad. La ideología, o sea la manera humana de entender el mundo y la vida, en todo caso, ha de servir para realizar aquella voluntad de Dios. Por eso, el político, más que pedir a Dios que se cumpla su propio proyecto, rogará siempre que él mismo sea fiel al Señor: así se realizará la justicia con el pobre.
¡Que tenga el rey temor de ti por siempre,
mientras el sol y la luna existan!…
¡Que abunden la paz y la rectitud
en los días de su reinado,
hasta que la luna deje de existir!…
¡Él salvará al pobre que suplica
y al necesitado que no tiene quien le ayude!
Tendrá compasión de los humildes
y salvará la vida a los pobres.
Los salvará de la opresión y la violencia,
pues sus vidas le son de gran valor.
Y así como el compromiso y la oración del político comenzaban en Dios, así acaban en Él, dándole gracias y bendiciéndole.
Bendito sea Dios, Señor y Dios de Israel,
el único que hace grandes cosas;
bendito sea por siempre su glorioso nombre.
¡Que toda la tierra se llene de su gloria!
¡Amén, amén!
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat