Mons. Agustí Cortés Tenemos la osadía de adentrarnos en un terreno peligroso, como es el de la oración relacionada, de una u otra forma, con la vida política.
En realidad toda auténtica oración, al menos toda oración que podemos denominar cristiana, “es política”: la fe y la oración conforman la vida en todas sus dimensiones, también la dimensión política.
Hoy la política entre nosotros viene impregnando, casi obsesivamente, nuestra vida. Es más, el asunto adquiere suma importancia al considerar que en una y otra opción política hay creyentes sinceros y que hacen su propia oración, hasta con las mismas fórmulas.
La oración del político cristiano, además de la riqueza propia de toda verdadera oración, incorpora una fuente de vida específica de inspiración: él ostenta o busca el poder para servir. Aunque es un servidor de la sociedad, se ve sometido a fuertes tentaciones y sus decisiones afectan profundamente a muchos, sobre todo en el ámbito de la justicia y los derechos humanos. La responsabilidad se acrecienta cuando, además, obedeciendo a la voluntad del Dios cristiano, siempre ha de hacer justicia con el pobre…
Es posible, y hasta deseable, que el político cristiano se inspire en la Sagrada Escritura para orar. La Biblia está llena de bellísimas oraciones puestas en boca de responsables políticos, especialmente de reyes, jueces, autoridades, magistrados… En general todos se sienten llamados por Dios a desempeñar su misión. Pero hagamos una importante advertencia. Si nos fijamos, por ejemplo, en la figura del rey, en torno a la cual surgen, por ejemplo los llamados “salmos reales”, observamos algo esencial. En contraste con lo que ocurría en las culturas y pueblos vecinos, el rey no es divinizado, aunque se le reconozca una especial elección divina. Esto es muy importante para nosotros, porque esa “divinización” del rey responde a una de las más graves tentaciones del poder político: la acumulación de poder, la cerrazón, el creerse dueño y autónomo, y la consiguiente pérdida del sentido de servicio que tiene su ejercicio.
Pero hemos de ser muy honrados y sinceros. Las oraciones bíblicas, especialmente los salmos, muy frecuentemente reflejan conflictos entre grupos, bandos, personas individuales: es la presencia de los famosos “enemigos” del orante, que suelen identificarse con los enemigos de Dios: opresores, injustos, mentirosos, aprovechados, etc. El movimiento espontáneo que siente el político que ora con estos textos es identificar estas personas con sus adversarios políticos. Esto es muy peligroso. Da la sensación de ser una interpretación concreta y realista, pero tiene el riesgo de caer en un fácil fundamentalismo, cuando no en una manipulación grave del texto bíblico. Así, por ejemplo, resultaría muy sencillo que desde una determinada opción política se identificaran simplemente los inicuos y soberbios del Salmo 93 (94), que trituran y oprimen al pueblo sin piedad, aniquilando a los débiles y sentenciando contra la ley y contra el inocente en tribunales inicuos… con los propios adversarios políticos. ¿Es esto legítimo?
La urgente regeneración de la política pasa sin duda por la regeneración moral del político, y ésta por la experiencia del encuentro orante con la fuente de todo Bien, que es Jesucristo. ¡Cómo anhelamos ver reconocida la integridad de políticos comprometidos con el proyecto europeo como Schuman, De Gasperi, Adenauer, Monnet, etc.!
Algunas oraciones políticas nos iluminarán.
† Agustí Cortés Soriano
Obispo de Sant Feliu de Llobregat