Mons. Sebastià Taltavull Esto es así y los cristianos no tenemos la exclusiva, porque todo intento de hacer el bien, todo esfuerzo de cooperación para conseguir que este bien sea para todos, común, toda aportación generosa para paliar situaciones de desigualdad o de injusticia, todo esto es trabajo de cualquier persona que tiene corazón y ama, y sabe que primero es el otro que no uno mismo.
Esto es Evangelio puro, aunque quien lo practica no se dé cuenta del todo ni tenga plena conciencia de ello. A nosotros, los que creemos en Jesús, nos toca decirles: «¡No estás lejos del Reino de Dios!» (Mc 12,34). Por ello, podemos decir, desde la fe en Jesús, que cuando sumamos esfuerzos, multiplicamos resultados. Tenemos la referencia evidente del milagro de la multiplicación de los panes y de los peces, que ha contado con el gesto caritativo de compartir lo que cada uno tiene. ¡El milagro es posible!
Jesús lo ha dicho muy claro: «Dadles vosotros de comer» (Mc 6,37). La multitud hambrienta está ahí. «Salgamos, salgamos a ofrecer a todos la vida de Jesucristo» (EG 49), nos pide el papa Francisco, a la vez que nos hace ver que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres y exhortándolos a no dejarlos solos. «Estamos llamados —nos dice también Francisco— a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (EG 198).
Fiesta del Corpus Christi, fiesta de la multiplicación del amor hasta el infinito. Un testamento, el del amor sin límite porque es el de amar como Jesús ama, nuestra preocupación diaria para hacerlo realidad. La Eucaristía, el mejor regalo, ya que es Jesús en persona que se queda entre nosotros y dentro cada uno por su Espíritu. «La Eucaristía, que si bien constituye la plenitud de la vida sacramental, no es un premio para los perfectos sino un generoso remedio y un alimento para los débiles» (EG 47). En la mesa de la Eucaristía siempre hay un plato y una silla para ti y para mí. Jesús nos espera y la comunidad también. Si partimos el pan y lo repartimos, viviremos la alegría del compartir.
+ Sebastià Taltavull
Obispo de Mallorca