Mons. Rafael Zornoza Queridos hermanos, fieles diocesanos de Cádiz y Ceuta:
El día uno de mayo, la Iglesia celebra la memoria litúrgica de san José Obrero, fiesta cristiana de los trabajadores instituida por el Papa Pio XII coincidiendo con el Día Mundial del Trabajo. Saludo a todos los trabajadores de la diócesis y, con especial cordialidad, a cuantos no tienen trabajo o a cuantos, por su escasa retribución o precariedad, se ven en condiciones de exclusión social o son más vulnerables. También a cuantos vivís como cristianos comprometidos con el mundo del trabajo, a la Delegación Diocesana de Pastoral obrera, y a los miembros de la HOAC.
Hoy hemos de celebrar el sentido creador del trabajo, clave para el desarrollo humano, integral y solidario, pues se inserta en el proyecto de Dios sobre la humanidad, confiriendo a cada hombre y cada mujer dignidad humana por su condición de hijos de Dios. Invito, por consiguiente, a todas las comunidades cristianas a celebrar la Eucaristía en acción de gracias por el don del trabajo humano y como signo de solidaridad con quienes sufren, para pedir al Señor por los que padecen la deshumanización del trabajo o carecen de el.También para que la caridad estimule nuestro compromiso social para colaborar con nuestro esfuerzo en la consecución del bien común.
Fieles a la Doctrina Social de la Iglesia hemos de recordar la importancia
del trabajo y denunciar también la falta del trabajo decente en nuestra
sociedad. La deshumanización del trabajo atenta contra la dignidad del hombre
y sitúa a la persona en una peligrosa situación de vulnerabilidad y exclusión
social. El papa Francisco en su discurso en el Parlamento Europeo en
noviembre de 2014 afirmó por ello que, ante una globalización que concentra
más el poder y hace vertiginosa la competitividad, y hasta la marginación y
exclusión de quienes se encuentran sin trabajo o trabajan subsistiendo con
empleos y salarios precarios, “ha llegado la hora de construir juntos la Europa
que no gire en torno a la economía, sino a la sacralidad de la persona
humana”.
Siguiendo el lema de esta campaña: “Sumando fuerzas por un trabajo
decente”, recordemos que, hacer posible un trabajo decente, corresponde a
toda la sociedad, pero es también una tarea eclesial, porque lo que está en
juego es la dignidad de la persona y la suerte de los pobres. El Papa emérito
Benedicto XVI hizo un llamamiento para “una coalición mundial a favor del
trabajo decente” y que la apuesta por esta clase de trabajo es el empeño social
por el que todos puedan poner sus capacidades al servicio de los demás. Un
empleo digno nos permite desarrollar los propios talentos, nos facilita su
encuentro con otros y nos aporta autoestima y reconocimiento social.
Luchemos a través de los medios democráticos a nuestro alcance para
posibilitar trabajo para todos, que sea generador de una vida digna, y para que
el trabajo digno y estable sirva para realizar a la persona, situándola siempre
en el centro de las relaciones laborales, además de satisfacer sus necesidades
básicas. Así mismo es necesario conseguir la conciliación real del trabajo y la
familia, sin que queden mermadas las relaciones más importantes de la vida,
las que más humanizan a la sociedad.
Salgamos al mundo –como tantas veces nos repite el Papa Francisco—
para llevar a Dios a los lugares de trabajo. Hagamos lo posible para convertir el
lugar de trabajo en un lugar de encuentro de Dios entre los hombres y hacer de
el un espacio para hacer presente a Dios y a la Iglesia entre los trabajadores,
de tal forma que ese encuentro no quede reducido sólo al ámbito de las
iglesias. Animo a todos los fieles –trabajadores, empresarios, cooperadores,
agentes financieros y comerciantes—, a unir vuestras fuerzas, vuestra mente y
vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre
y su trabajo, a comprometerse en esta tarea unidos en la comunión con la que
nos ha unido en Señor en su caridad. Unidos a Cristo y siguiendo sus
enseñanzas con conciencia social, colaboremos entre todos a construir una
sociedad más justa en la que cada uno sea considerado y valorado como
persona y encuentre su sustento y una digna realización a través de su trabajo.
Que San José, el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de
Dios y de la Iglesia la dignidad de todo trabajador, sea también el fiel guardián
de cada uno de vosotros y de vuestras familias y el intercesor de todos
vuestros intereses.
Os bendice con afecto
+ Rafael Zornoza,
Obispo de Cádiz y Ceuta