Mons. Celso Morga Queridos fieles, cuando os llegue esta carta os encontrareis celebrando de lleno el Domingo de Ramos en la Pasión del Señor, que comprende a la vez el presagio del triunfo real de Cristo que cabalga un burrito como rey de paz y el anuncio de la Pasión.
La entrada del Señor en Jerusalén, ya desde antiguo, se conmemora con una procesión, en la cual celebramos el acontecimiento histórico de la vida de Jesús, imitando las aclamaciones y gestos que hicieron las niños hebreos, cuando salieron al encuentro del Señor, cantando fervorosamente: “Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del Señor! Hosanna en las alturas!” (Mt 21,9). Es la puerta de la Semana Santa, en la que la Iglesia celebra los misterios de nuestra salvación, actuados por Cristo Jesús en los últimos días de su vida.
A partir de la santa misa vespertina “in Coena Domini” del Jueves Santo comienza el Triduo pascual, que continúa durante el Viernes de la Pasión del Señor, el Sábado Santo y tiene su centro en la Vigilia pascual para acabar con las vísperas del domingo de Resurrección.
Queridos fieles, tengamos en cuenta que en la celebración del este Triduo del “crucificado, sepultado y resucitado – como enseña san Agustín (Epístola 55) – se hace presente y se realiza el misterio de la Pascua, es decir, el tránsito del Señor Jesús de este mundo al Padre”. En estas celebraciones, por medio de los signos litúrgicos y sacramentales, nos unimos realmente en comunión con Cristo, Esposo y Cabeza de la Iglesia.
Os animo y os agradecería vuestra participación, llena de fe, en estas celebraciones junto a vuestros sacerdotes! En el Jueves Santo haremos presente aquella ultima Cena en la cual el Señor Jesús, en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los Apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio, también los ofreciesen.
En el Viernes Santo, la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y Esposo y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación del mundo. Durante el Sábado Santo, permaneceremos junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y muerte junto a María y, esperando, en la oración y el ayuno, su resurrección. Según una antiquísima tradición en la Iglesia, la noche entre el sábado y el domingo es una noche de vela en honor del Señor, y la Vigilia que tiene lugar en la misma, conmemora la noche santa en la que el Señor resucitó.
Durante la Vigilia, la Iglesia espera la resurrección del Señor y la celebra con los sacramentos de la iniciación cristiana. El Domingo de Pascua lo celebraremos con la máxima solemnidad, llenos de fe y alegría por la resurrección de Cristo Jesús, fe y alegría pascual que llenará los cincuenta días que van desde el domingo de Resurrección hasta el domingo de Pentecostés.
Queridos fieles, ¡os deseo de corazón feliz Pascua de resurrección!
+ Celso Morga
Arzobispo de Mérida-Badajoz