Mons. Vicente Jiménez Queridos diocesanos: Celebramos el domingo, 14 de enero de 2017, la 104 Jornada Mundial de las Migraciones. El tema de este año escogido por el Papa Francisco es: Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados.
Con los emigrantes y refugiados y a su servicio ha estado la Iglesia, especialmente durante estos últimos cien años. Y con ellos queremos seguir estando nosotros en la Diócesis de Zaragoza, compartiendo sus gozos y esperanzas, sus tristezas y angustias, acogiendo sus dones, ofreciéndoles el amor y el dinamismo liberador que nacen de Jesucristo y de su Evangelio.
El fenómeno de las migraciones es complejo. Es un fenómeno que impresiona por sus grandes dimensiones, por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional, ya que todo emigrante refugiado es una persona humana que, en cuanto tal, posee derechos fundamentales inalienables que han de ser respetados por todos y en cualquier situación.
La historia ha mostrado que el ser humano es por naturaleza un ser en movimiento, en busca de mejores condiciones de vida; por tanto, el fenómeno de las migraciones no es nuevo en la historia de la humanidad, lo que sí es novedoso es que en cada época reviste formas nuevas. Por ser una realidad a nivel mundial, y que su dinamismo ha acompañado la historia de la humanidad, el hecho migratorio se ha convertido en un reto para la Iglesia en relación con la convivencia intercultural. La movilidad humana, con el paso del tiempo, ha adquirido una magnitud y una variedad de formas que lo caracterizan como un fenómeno relevante.
El Papa Francisco va delante de nosotros y nos estimula en nuestro empeño no solo con sus luminosas palabras, sino también con el ejemplo de su vida. Fue muy significativo que una de sus primeras salidas del Vaticano fue para visitar la isla de Lampedusa, ese lugar que es el “icono” más expresivo de la tragedia de tantos emigrantes que pierden su vida en el mar y en los caminos.
Las costas del sur de España saben también de sus tragedias, donde van quedando enterradas tantas esperanzas, las esperanzas de los más pobres y sus luchas por la supervivencia. En un mundo rico, a pesar de la crisis, que se defiende impidiendo la entrada de los pobres, se necesitan, más que las “vallas”, la solidaridad, la acogida, la fraternidad y la comprensión.
La Doctrina Social de la Iglesia, que nos recuerda los múltiples rostros de la emigración, refugiados, familias, menores, nos invita a ir más allá de una visión puramente economicista de la persona humana. “Se necesita – en palabras del Papa Francisco- , el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación – que, al final, corresponde a la “cultura del rechazo” – a una actitud que ponga como fundamento la “cultura del encuentro”, la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno, un mundo mejor”.
El Mensaje del Papa Francisco, en este año 2018, nos propone cuatro verbos para conjugar en presente y en primera persona del plural: acoger, proteger, promover e integrar. Cuatro verbos que nacen del latido del corazón del Santo Padre para mover a toda la Iglesia para acercarse a los hermanos migrantes y refugiados, sobre todo a los más heridos en nuestra Diócesis, ciudad y pueblos. Es un mensaje en el que nos invita a buscar oportunidades y espacios para que los migrantes y las comunidades se reúnan y aprendan unos de otros. Para que el miedo no se adueñe de nuestro corazón y se establezcan relaciones fluidas y enriquecedoras para todos.
El Papa Francisco nos recuerda que “los líderes mundiales han expresado claramente su voluntad de trabajar en favor de los emigrantes y refugiados para salvar sus vidas y proteger sus derechos, compartiendo esta responsabilidad a nivel global. A tal fin, los Estados se comprometieron a elaborar y aprobar antes de finales del año 2018 dos pactos globales (Global Compacts), uno dedicado a los refugiados y otro a los emigrantes.
Quiero agradecer, y al mismo tiempo, animar, a todos los diocesanos que trabajan en la acogida, protección, promoción e integración de los inmigrantes y refugiados en la sociedad y en la Iglesia. Vuestro trabajo callado y permanente es una denuncia profética para aquellos que se cruzan de brazos o miran para otro lado ante el grave drama de la migración.
Desde esta carta pastoral doy las gracias a la Sra. Delegada Episcopal de Migraciones, Dª. Emilia Alonso López de Alda, y a las personas que trabajan en el campo de las migraciones. Animo a todos los diocesanos a tomar conciencia viva de los problemas del mundo de las migraciones y a participar en los actos programados en torno a la Jornada y durante todo el año.
Pedimos a la Virgen María y a San José que acompañen con su protección a los que hoy tienen que marcharse de sus países para proteger sus vidas de la barbarie de la guerra o del hambre.
Con mi afecto y bendición,
+ Vicente Jiménez Zamora
Arzobispo de Zaragoza