Mons. Francesc Conesa Queridos diocesanos: Hoy hace un año que recibí la ordenación episcopal en la Catedral de Menorca. Recuerdo con emoción aquel día siete de enero como un momento de gran alegría interior, en el que recibí la fuerza renovadora del Espíritu, para poder ser pastor bueno de esta Iglesia de Menorca. Mi corazón estaba también lleno de gratitud a Dios, porque, a pesar de mis debilidades y flaquezas, ponía en mis manos la tarea apasionante de anunciar el Evangelio como sucesor de los Apóstoles. Esta última expresión me hacía -y me hace- temblar, porque sé muy bien que el encargo de continuar la misión de los apóstoles es algo que me supera por completo y que no podría realizar sin la seguridad de que es Él quien me lo pide y de que me otorga su gracia para poder hacerlo. En aquella hermosa mañana me sentí contento también al verme acompañado por tantos menorquines, que me acogisteis con cariño desde el primer momento. Y también porque tenía cerca a mi familia y a un buen grupo de amigos, que me acompañaron desde mi Diócesis de origen. A todos os doy las gracias.
Durante este año he intentado hacer verdad lo que proclama el lema episcopal que escogí: ser servidor de vuestra alegría, vivir el ministerio episcopal como servicio a vuestra fe, intentando contagiaros el gozo que nos da la fe en Jesucristo. Las dimensiones de nuestra isla me han permitido estar muy cerca de vosotros y conocer pronto las principales instituciones de nuestra Iglesia. Lo más importante, por supuesto, ha sido conocer y tratar a las personas. Doy gracias a Dios por los buenos sacerdotes que he encontrado en esta Diócesis, por el servicio infatigable de los diáconos, por el don de la vida consagrada y, de manera muy especial, por tantos cristianos laicos que viven con pasión su fe y que están implicados en la vida de las parroquias y de las otras instituciones de la Iglesia. He podido visitar, también, en diversas ocasiones las parroquias y, en los últimos meses, a sus consejos de pastoral. También he ido conociendo otras realidades de nuestra Iglesia: las Cáritas parroquiales y diocesana, los grupos de Manos Unidas y de misiones, el mundo de las cofradías y las asociaciones de fieles y movimientos implantados en Menorca. Todos ellos, con su diversidad de carismas y de estilos, conforman el hermoso rostro de esta Iglesia, con la que me he comprometido.
En los últimos meses estamos realizando un proceso ilusionante de trabajo diocesano, que nos está ayudando a crecer como Iglesia que evangeliza. Es hermoso caminar juntos, vivir unidos la fe y discernir en comunidad lo que el Espíritu pide a nuestra Iglesia. Gracias a tantas personas que estáis participando en este proceso de discernimiento.
No quiero terminar sin deciros que la Madre de Dios ha sido desde el comienzo compañera, consuelo y guía en mi ministerio. De vuestros labios he aprendido a invocarla como Madre del Monte Toro y también a subir a su Santuario con devoción, para orar ante su querida imagen y poner en su corazón de madre todas las empresas de nuestra Diócesis.
Os doy las gracias, finalmente, porque sé que rezáis por mí. No dejéis de hacerlo nunca, porque sólo la oración puede ser soporte de este extraordinario ministerio que hace un año el Señor me regaló.
+ Francesc Conesa Ferrer
Obispo de Menorca