Mons. Mario Iceta Abendualdian sartuta bete-betean
Comenzamos el mes de diciembre con el tiempo de Adviento ya iniciado. Este tiempo litúrgico nos dispone a la celebración del Nacimiento de Jesús. El primer movimiento que reclama el Adviento es reavivar el deseo de Dios. El tenor de vida estresado y galopante en el que nos vemos inmersos, va debilitando y apagando el deseo de Dios en nuestro corazón. Percibirlo presente y operante en nuestras vidas se hace difícil para muchas personas. Y ese deseo se va apagando y va siendo sustituido por “deseos pequeños”, que nos dan pequeñas satisfacciones y terminan por sumergir la vida en la rutina y la desesperanza, iluminada fugazmente por algunas compensaciones que tristemente nos consuelan.
Jaungoikoaren egarria piztu
Por eso, la oración del primer domingo de Adviento resalta la centralidad de avivar el deseo de Dios, de romper la costra de pequeños deseos y tristes compensaciones que acaban por aprisionar el corazón y nos sumergen en el tedio y la desesperanza: “Señor, aviva en tus fieles al comenzar el Adviento, el deseo de salir al encuentro de Cristo que viene, acompañados por las buenas obras para que, colocados un día a su derecha, merezcan poseer el reino eterno”.
Norbanakoaren berreraiketa aldian gagoz
Pero ¿cómo avivar este deseo? San Agustín, comentando el Evangelio de San Juan, nos ofrece unas ideas preciosas para que este deseo de Dios renazca en nuestro corazón. Comentando la palabra de Jesús que nos dice “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre”, el santo obispo de Hipona comenta que el alma no es atraída contra su voluntad, sino que es atraída por el amor. Y este amor que atrae produce el gozo interior del alma, redunda en una plenitud que difiere del simple placer. Muchos teólogos coinciden en que las condiciones de vida de quienes vivimos en lo que conocemos como “cultura occidental”, precisamos de una verdadera reconstrucción del sujeto. Efectivamente, lo humano está tensionado y violentado por la pérdida del sentido profundo de la vida, la tentación de la desesperación, la permanente necesidad de cambiar, la huida de sí mismo y de Dios, el desconocimiento de la propia identidad como hijo e hija de Dios, la dilución de la verdad y del bien en esta época de relativismo, nihilismo y post-verdad, la mediocridad y el populismo… Todo ello conduce a una desintegración del sujeto personal.
Erraietako maitasuna azaleratu behar dogu
Frente a esta desintegración de lo humano, es preciso recomponer el sujeto interior, integrar todas las dimensiones de la vida, abrirnos a una trascendencia amorosa que nos llama y nos hace renacer. De este modo vuelve a brotar el deseo del bien, la percepción de la esperanza y el gozo que Dios comunica a los que esperan en Él. Como afirma el salmista: “Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora… porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa” (Sal 129, 5-8). Por eso, la invocación del Adviento es “Ven a librarnos de toda esclavitud, ven a ser luz y salvación, Ven amor y misericordia”.
Seminarioaren egunean, eizue otoitz bokazinoen alde
En este camino hacia la Navidad, la fiesta de la Concepción Inmaculada de María reanima nuestra esperanza y adelanta el gozo del Nacimiento del Señor, En este día celebramos la jornada del Seminario. Os ruego que sigáis orando por las vocaciones a la vida sacerdotal, que ayudéis al seminario con vuestra oración, afecto y colaboración material y económica. Pidamos a Dios que nos bendiga con los sacerdotes que necesitamos para hacer presente el misterio de salvación en medio de nosotros.
Itxi daiguzan albo batera gure harrokeriak ume Jesus gurtzeko
Y, por fin, llegamos ante el Misterio incomprensible de que Dios se hace niño, llegamos al portal de Belén. Contemplamos con estupor y agradecimiento la sonrisa de Dios, su amor humilde, su grandeza en lo pequeño. Tenemos que hacernos pequeños y niños para entrar en este misterio, para comprender que no podemos acceder al Reino de Dios que acontece en Belén con nuestras armaduras de autosuficiencia y orgullo. No nos cansemos de contemplar el misterio del pesebre. Esa contemplación ablandará nuestras rigideces y frialdades. Tomemos al Niño en nuestro regazo y contemplemos el gozo de María, la Virgen Madre y de San José. Que la Santa Familia alumbre vuestros hogares y os llene de esperanza. Os deseo un santo tiempo de Navidad. Que el Niño Dios os bendiga. Con mi oración y afecto. ¡Feliz Navidad!
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao