Mons. Jesús Murgui Estimados hermanos y hermanas: Celebramos el Día de la Iglesia Diocesana y lo hacemos con el lema “Somos una gran familia contigo”.
Llamar a la Iglesia familia es algo profundamente enraizado en la Sagrada Escritura. Efectivamente en ella se llama a Dios, Padre, elemento principal e insustituible en toda familia naturalmente constituida. Y al mismo tiempo, para describir como es el amor de Dios sobre nosotros el profeta Isaías echa mano del amor de una madre: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque ella llegase a olvidarse, yo no te olvido.» (Is. 49, 15)
Un elemento imprescindible para que exista un buen ambiente familiar es la
calidez. En la familia uno ama y es amado. Contamos por supuesto con el amor
de Dios que nos ama con amor paternal y maternal a cada uno de nosotros. Lo
que se nos recuerda en este día es la necesidad de que nos sintamos amados
unos por otros entre los hermanos, hasta el punto de que en esta familia nadie
se sienta extraño, porque todos somos hermanos y partícipes de un mismo
hogar. Como dice el Concilio Vaticano II en “Gaudium et Spes” 24, Dios “ha
querido que los hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con
espíritu de hermanos”. Y como afirma en “Lumen Gentium” 1: “La Iglesia es en
Cristo como un sacramento, signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de
la unidad de todo el género humano”. La Iglesia, familia de los Hijos de Dios,
instrumento, signo de la unidad de la familia humana.
Así son pertinentes las preguntas que se hacia el papa Francisco en una de sus
catequesis:
“Preguntémonos hoy: ¿Cuánto amo a la Iglesia? ¿Rezo por ella? ¿Me siento
parte de la familia de la Iglesia? ¿Qué hago para que sea una comunidad donde
todos se sientan acogidos y comprendidos, que sientan la misericordia y el amor
de Dios que renueva la vida? La fe es un don y un acto que nos toca
personalmente, pero Dios nos llama a vivir nuestra fe juntos, como una familia,
como Iglesia.”
Vivamos la fe juntos, como una familia, en comunidad. Vivamos la fe en
comunidades y parroquias acogedoras, familiares, abiertas y misioneras; quizás
avanzar en esto nos suponga un esfuerzo de conversión, adquiriendo la
mentalidad y los sentimientos de Cristo. Crezcamos, así, en conciencia
diocesana, en sensibilidad y comunión eclesial.
Recuerda: La Iglesia sin ti, sin mí, está incompleta. Somos necesarios en esta
familia.
Con mis saludos y mis mejores deseos para todos. Dios os bendiga.
+ Jesús Murgui Soriano
Obispo de Orihuela-Alicante