Mons. Celso Morga Queridos fieles, en estos días que tan preocupados estamos por la situación política de nuestra patria, amenazada de escisión, que tiende a acaparar toda nuestra atención y nos llena de preocupación, conviene que traigamos a la mente y al corazón de cristianos aquello de que todo lo de este mundo es relativo, todo pasa y -si rezamos con fe- todo lo que pase será para bien.
En cambio, lo que permanece para siempre y es el ancla segura de la paz, de la alegría y del gozo para nuestra alma es la Palabra del Señor. Esa Palabra es el Evangelio que la Iglesia nos anuncia sin cesar (cf.1P 1,25). Es la maravilla y belleza del misterio de Dios que se comunica a Sí mismo mediante el donde su Palabra. Esa Palabra eterna ha entrado en el tiempo, ha sido pronunciada de un modo humano mediante la Encarnación del Hijo unigénito; su Verbo«se hizo carne» (Jn 1,14). Esta es la buena noticia.Este es el sorprendente anuncio, siempre antiguo y siempre nuevo, que, a través de los siglos, llega hasta nosotros.
Meditemos, durante este Año del Plan Pastoral, dedicado a la Palabra de Dios, aquella exhortación de la primera carta de San Juan: «Os anunciamos la
vida eterna que estaba con el Padre y se nos manifestó. Eso que hemos visto y oído os lo anunciamos para que estéis unidos con nosotros en esa unión que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo» (1Jn 1,2-3). El Apóstol, amado del Señor, nos invita a “oír”, “ver”, “tocar y contemplar” este misterio por el que la vida misma
de Dios se nos manifiesta en Cristo.
Queridos fieles de Mérida-Badajoz, nosotros estamos llamados, somos invitados, debemos “tocar y contemplar” este don y ser sus anunciadores. Os animo a que en este año del Plan Pastoral nos esforcemos todos por ser un testimonio de la belleza del encuentro con la Palabra de Dios, en la comunión eclesial, de todos los modos que el Espíritu Santo nos inspire y mueva. Debemos renovar a nivel personal,
parroquial, comunitario, diocesano, el encuentro con Cristo en su Palabra y que este encuentro sea gozoso y se note.
En efecto, meterse con audacia en la vida misma de Dios, Trinidad de Amor, es alegría completa (cf. 1Jn 1,4). Esa alegría no puede quedar en lo recóndito de nuestro corazón sino que debemos saber comunicarla, no de modo aparatoso, ni superficial ni con manifestaciones raras, sino con la paz, la serenidad y el gozo que la Palabra de Dios comunica a nuestra alma.
En un mundo que, con una frecuencia cada vez mayor, considera a Dios como algo superfluo o extraño, confesemos con el apóstol Pedro que solo Él tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68). No hay mayor prioridad, ni urgencia más urgente que esta:
abrir de nuevo al hombre de hoy el acceso a Dios, al Dios que habla y nos comunica su amor para que tengamos la vida y la tengamos en abundancia (cf. Jn 10,10).
+ Celso Morga
Arzobispo de Mérida-Badajoz