Mons. Jesús Murgui «Espero que todas las comunidades procuren poner los medios necesarios para avanzar en el camino de una conversión pastoral y misionera, que no puede dejar las cosas como están» (EG 25). Estas palabras del Papa Francisco, al inicio de su Exhortación La alegría del Evangelio, nos ayudan a situar exactamente el trabajo que toda la comunidad diocesana está emplazada a realizar este próximo curso pastoral 2017-2018. En él, queremos seguir viviendo el encuentro con Cristo como camino de la misión. Un encuentro que es capaz de cambiar nuestras vidas, nuestras comunidades, nuestra historia. Por eso, a lo largo del
curso que iniciamos vamos a fijarnos detenidamente en el proceso de transformación que genera en la persona y en la comunidad ese encuentro con Jesús y que llamamos —en el lenguaje del Nuevo Testamento—«metanoia», conversión.
La conversión significa un profundo cambio en la persona, que inicia de ese modo una nueva ruta o camino en su vida. Como dice elPapa Francisco también en Evangelii Gaudium: «el Concilio Vaticano II presentó la conversión eclesial como la apertura a una permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo» (EG 26). Es una definición preciosa de lo que significa la conversión: reforma de sí por fidelidad,por amor, a Jesucristo. De esta reforma depende en gran medida «la conversión en la pastoral» que nos pide el Santo Padre: «cada Iglesia particular, porción de la Iglesia católica bajo la guía de su obispo, también está llamada a la conversión misionera» (EG 30). Y es que, cuando hay conversión personal y comunitaria, hay reforma, hay cambio de horizontes, hay nuevas posibilidades, hay esperanza, hay una pastoral más misionera y evangelizadora.
Éste es el núcleo de la experiencia que os propongo vivir en este
curso. El objetivo pastoral, pues, para el presente curso consiste en
abrir nuestra mente al misterio de Cristo. Se trata de un fruto directo de
la conversión, puesto que ésta implica a toda la persona, pero especialmente,
a su mentalidad, su forma de pensar y de juzgar el mundo y la historia. Quién acoge al Espíritu, quién experimenta de cerca el amor personal de Jesús, abandona la forma de pensar del mundo. Es lo que repetidamente decía san Pablo: «Nosotros hemos recibido un Espíritu que no es del mundo… Nosotros tenemos la mente de Cristo» (1 Cor 2,12-16). También nosotros, los cristianos del presente siglo, ante un
mundo que nos ofrece una variedad y pluralismo de ofertas de sentido y de ideologías, necesitamos afianzarnos en esta «mente de Cristo», en los criterios permanentes de la sabiduría evangélica, para no ceder a una «difusa indiferencia relativista, relacionada con el desencanto y la crisis de las ideologías» (EG 61), o a una mundanidad espiritual, que se refugia en la apariencia farisea (cf. EG 93), que termine robándonos el Evangelio (cf. EG 97). Siguiendo el consejo de san Pablo, hemos de renovarnos en la mente y en el espíritu (cf. Ef 4,25), para que, abandonando cada vez más al hombre viejo, vivamos como hombres nuevos
«conforme a la verdad que hay en Jesucristo» (Ef 4,21).
(Sigue…)
+ Jesús Murgui
Obispo de Orihuela-Alicante