Mons. Francesc Pardo i Artigas Este domingo celebramos la fiesta de san Narciso, un testimonio de Jesús. Por ello permitidme unas anotaciones pensando en el testimonio de nuestra Iglesia de Girona y en el de quienes somos cristianos.
Con frecuencia, los mismos creyentes somos los más críticos con nuestra Iglesia. Muchas veces subrayamos demasiado los retos que vivimos en estos momentos para ofrecer la propuesta de Jesús, y olvidamos o no valoramos suficientemente la misión y el servicio que ofrecemos a diario.
– Una Iglesia que cree, celebra y ora.
Ciertamente que no fiamos de Jesús, de su propuesta de vida, de la salvación que nos ofrece, de la comprensión de cada persona en su dignidad como hijo de Dios. Deseamos comunicar a todo el mundo el Evangelio, la propuesta de Jesús y lo que nos ofrece, porque amamos a las personas y queremos ofrecerles el tesoro de nuestra fe; porque deseamos que experimenten la felicidad que Jesús propone; porque creemos que viviendo el Evangelio contribuimos a forjar una sociedad mucho mejor, fundamentada en la justicia, en la libertad y en la paz.
Pero no solo lo creemos, sino que lo celebramos en la Eucaristía y en los otros sacramentos. Somos conscientes que no es fácil descubrir la importancia de las celebraciones para la vida cristiana, y por ello es bueno remarcar el esfuerzo de los sacerdotes, diáconos, laicos y grupos responsables de las celebraciones en las parroquias.
Somos una Iglesia que oramos, y lo hacemos para todos: dirigentes, empresarios y trabajadores, para los de casa y para los inmigrantes, para quienes más sufren. En este punto hay que agradecer la misión de las comunidades contemplativas. Pensamos que orar es amar, y como que amamos a todos oramos por todos.
– Una Iglesia que ama y sirve
Deseo subrayar el gran número de voluntarios que desde la Iglesia y como Iglesia ofrecen sus servicios a todo el mundo, haciendo realidad las obras de misericordia: catequistas, equipos con responsabilidades parroquiales, voluntarios de Caritas, quienes atienden a enfermos y ancianos en casa o en hospitales, las fundaciones sociales de viviendas y residencias; las escuelas cristianas, que buscan la mejor manera de educar; los profesores de religión católica, los maestros cristianos en escuelas públicas, los monitores y responsables de movimientos educativos…
– Una Iglesia que camina con los ciudadanos de cada pueblo, o ciudad, esforzándose en compartir alegrías, tristezas, preocupaciones, proyectos.
No es nuestra misión, como Iglesia, dirigir y orientar a nuestro pueblo en las opciones que ha de escoger, pero si acompañar, escuchar, construir puentes y trabajar en favor de la fraternidad.
– Una Iglesia que pide perdón y perdona.
Somos conscientes de nuestras debilidades y flaquezas. Somos conscientes que a menudo desfiguramos el rostro de Cristo. Por eso acostumbramos a pedir perdón personal y comunitariamente. Pero, al mismo tiempo, somos Iglesia que perdona, que sufre en silencio valoraciones y juicios que, en ciertas ocasiones, carecen de objetividad; somos una Iglesia que procura no devolver ofensa alguna, pese a que, hay en día, ir en contra resulta gratuito.
– Una Iglesia que camina esperanzada.
Puede que no dispongamos de muchos factores humanos que nos ayuden a ser optimistas, pero tenemos la certeza de la presencia de Jesús que nos acompaña, la experiencia del amor de Dios y los dones del espíritu. Es por ello que podemos ser el pueblo de la esperanza ofreciéndola a todo el mundo.
¡Demos gracias a Dios pidiendo la protección de san Narciso!
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona