Mons. Salvador Giménez Durante estos primeros días de curso abrimos la carpeta personal de nuestros propósitos con la firme intención de cumplirlos. Esto ocurre en todos los inicios de nuestras obras y tiempos. Además de contar con nuestras propias fuerzas los cristianos añadimos otro imprescindible componente, pedir la ayuda del Señor para hacer realidad todo lo que de bueno tenemos en nuestro interior. Sabemos que sin Él no podemos hacer nada (Jn 15,5).
Abrimos también la carpeta comunitaria y es nuestro deseo colaborar con nuestros hermanos para construir una Iglesia renovada y una sociedad más justa y solidaria. La repetición de los actos humanos tiene el peligro de arrastrar nuestra vida al desánimo o a la desesperanza por los muchos incumplimientos que se han producido a lo largo de nuestra historia personal.
Tanto los propósitos personales como los comunitarios nos exigen fortaleza de ánimo y humildad para seguir, una vez más, en el intento de crecer en cuanto persona y favorecer al otro que camina a nuestro. Recordamos la convicción de que nos acompaña siempre el Señor de la historia a quien confiamos nuestros proyectos y consuelo en las dificultades. Debemos apretar nuestras manos a las suyas para vivir con esperanza nuestra dedicación al servicio de la Iglesia y de la sociedad.
Os invito un año más a empezar este nuevo período con ilusión y con alegría, reconociendo nuestras personales limitaciones y las cualidades ajenas. Además de las actitudes citadas, no dudo que pondréis vuestros sentimientos al servicio de los buenos propósitos y que el esfuerzo continuado para el logro de los mismos será un auténtico desafío personal. Como les ocurre a los deportistas o a los que transitan por el mundo del arte.
Los discípulos o los seguidores de Jesucristo no podemos quedarnos atrás en la pretensión de esforzarnos en el servicio a la sociedad en la que nos ha tocado vivir y presentar de modo convincente su persona, su mensaje y su obra.
Con este mismo sentir comienzo, mejor reanudo, mi colaboración semanal, que tiene como un triple objetivo ya comentado en alguna otra ocasión: dar a conocer algún acontecimiento de la Iglesia; informar e impulsar las abundantes actividades diocesanas y ayudar a formar la conciencia de los cristianos en determinados aspectos de la vida eclesial y social. Voy a intentar que este servicio pastoral sea provechoso para todas vuestras familias y comunidades cristianas.
Este comentario semanal tiene sus limitaciones temporales y espaciales. Tiene como referencia un curso pastoral con todos sus acontecimientos. Algunos de ellos nos llenarán de perplejidad, otros nos sorprenderán. Con algunos estaremos totalmente de acuerdo, de otros disentiremos con libertad de espíritu. Y siempre deberá estar en nosotros el amor y la comprensión hacia todos los que nos rodean, aparte y como un plus añadido el servicio a la unidad y a la comunión en el interior de nuestras familias y comunidades.
Tiene también como referencia el espacio de nuestra diócesis que es la responsabilidad que me ha sido confiada. Con los problemas y dificultades que todos conocéis. Con los proyectos y gozosas realidades existentes. Todo ello poniendo el empeño en compartir esta responsabilidad con todos vosotros y pretendiendo que todos, personas y comunidades, sean tratados y acogidos con equitativa benevolencia. Me gustaría hacer realidad aquella máxima de atender a cada cual según su necesidad.
+ Salvador Giménez,
Obispo de Lleida