Mos. Francesc Pardo i Artigas Me atrevo a formular desde la perspectiva cristiana algunas recomendaciones o pautas para afrontar el nuevo curso. Cuando comienza el mes de septiembre la vida cotidiana se normaliza. De la misma manera que se debe pensar y preparar el inicio de cualquier actividad, debemos prepararnos interiormente para afrontar con coraje y serenidad “el nuevo curso”.
Sentirse amado
Fundamentalmente debemos vivir sintiéndonos amados por Dios. Es fundamental. Como escribe el Papa, “ha de manifestarse siempre que la iniciativa es de Dios, porque “él nos amó primero” (1Jn 4,19) y porque “Dios hace crecer” (1Co 3,7). Es esta experiencia la que permite afrontar la vida de cada día con sus gozos y sufrimientos. A menudo, aunque viviendo en familia y acompañados, experimentamos la soledad o una cierta frialdad que da lugar a la necesidad de sentirnos amados. Siempre, y más en estos momentos, dejémonos abrigar por el amor de Dios.
Amar y servir
No es fácil amar de verdad, pero en cambio es la clave para vivir con sentido y poder saborear la felicidad. Amar es una actitud permanente que se va concretando y realizando por medio de acciones y servicios.
Este amor que es donación, servicio, interés, compromiso… debe vivirse a diario con realismo. Pensemos en los más cercanos, en aquellos con quienes compartimos la vida de cada día, la familia, los amigos, los compañeros de trabajo o de profesión, los vecinos. Pensemos también en las instituciones que nos acompañan, ayudan y que al mismo tiempo ayudamos, como las parroquias, escuelas, agrupaciones deportivas, de voluntariado…
No olvidemos manifestar —en el momento oportuno— que amamos a la persona, sobretodo en el seno familiar, sin suponer que “lo da por hecho”. Las muestras de afecto también son necesarias en la rutina del día a día.
El mandamiento del amor a menudo se manifiesta de forma sencilla y humilde, pero es algo decisivo para poder gustar de la vida.
Orar
Cada día más y desde diversos ámbitos se reclama la necesidad de silencio, de meditación, de espacios de reflexión.
Para nosotros, creyentes, la oración es una actitud fundamental, sea para meditar la Palabra de Dios —muy especialmente los evangelios—, sea para dar gracias y alabar, sea para pedir por nuestras necesidades, o ya sea para revivir las situaciones de vida en compañía de Jesús.
La comunicación con Aquel que es Amor y Vida, con Aquel cuya palabra nos sana y es motivo de paz y perdón, es necesaria. Orar ayuda a experimentar que desde su cruz nos da coraje para soportar nuestras cruces, que desde su resurrección nos infunde esperanza, y que nos ama tanto haciéndonoslo sentir que ya no podemos dejar de amarle y de amar.
Agradecer
Es muy importante dar gracias porque constata que somos conscientes de lo que recibimos y de quién lo recibimos. Gracias por la vida, gracias por el comienzo de un nuevo día, por las personas que he encontrado y me han saludado. Gracias por los que cuidan de mí o por aquellos de quien he recibido un saludo de buenos días o unas palabras de afecto, de consuelo; por quienes me han ofrecido una sonrisa…
Seamos agradecidos y recibiremos agradecimiento, ya que “caeremos en gracia”.
Valorar las cosas sencillas de cada día
Normalmente no vivimos hechos extraordinarios, sino hechos y situaciones cotidianas que configuran la vida.
Son estos hechos, estas situaciones, las que se viven desde el amanecer hasta el anochecer, los que debemos valorar, si no queremos que se conviertan en una losa pesada con la que cargar a la fuerza.
¡Son pautas de vida por si te sirven!
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona