Mons. Salvador Giménez En estos momentos ya no hace falta explicar a nadie qué es y a qué se dedica la organización MANOS UNIDAS. Es demasiado conocida y lleva más de cincuenta años desarrollando su tarea de lucha contra el hambre en el mundo.
Fue una intuición de las Mujeres de Acción Católica que la hicieron realidad en el año 1960 siguiendo el llamamiento de la FAO para colaborar en la erradicación de la pobreza y el hambre. Sus comienzos fueron muy humildes, dedicar un día para el ayuno voluntario de aquellos que comemos con normalidad en nuestros hogares, organizar cenas solidarias y solicitar donativos y aportaciones en las parroquias y colegios de todas las diócesis españolas. Esta organización de la Iglesia católica ha tenido un crecimiento extraordinario. En la actualidad suman más de 83.000 voluntarios y casi un millar de técnicos y contratados que hacen posible que los proyectos solicitados sean atendidos, ejecutados y evaluados con eficacia y transparencia. Ante la sociedad española ha adquirido un gran reconocimiento y muchos ciudadanos han puesto su confianza en esta organización cuyos ingresos provienen en un 87’1 % de fuentes privadas y sólo un 12’9 % del sector público. En la última Memoria publicada so ofrece un dato significativo en cuanto a ingresos: ascendió a 45.359.573 euros. Se aprobaron 595 proyectos por un valor aproximado de 39 millones de euros que, sumados a los iniciados en años anteriores, resultaron un total de 938 proyectos en ejecución en 58 países de África, Asia y América con lo quedaron apoyados más de dos millones de personas. Manos Unidas pertenece al Consejo PotificioCorUnum, organismo creado por el papa Pablo VI en el año 1971 y sus ramificaciones llegan a todos los lugares donde viven y testimonian su fe multitud de seguidores de Jesucristo. Además de esta dimensión confesante, está institución ofrece sus servicios a todas las poblaciones de la tierra, independientemente de su fe, promoviendo y colaborando con los organismos internacionales dedicados al desarrollo sostenible de las naciones más pobres. En su página web podéis encontrar dos descripciones que les identifican: sumisión es luchar contra el hambre, la deficiente nutrición, la miseria, la enfermedad, el subdesarrollo y la falta de instrucción; y trabajar para erradicar las causas estructurales que las producen: la injusticia, el desigual reparto de los bienes y las oportunidades entre las personas y los pueblos, la ignorancia, los prejuicios, la insolidaridad, la indiferencia y la crisis de valores humanos y cristianos (Estatutos, Art. 5º).Su visión, cuyo fundamento es el Evangelio y la Doctrina social de la Iglesia, es que cada persona, hombre y mujer, en virtud de su dignidad e igualdad fundamental, sea capaz de ser, por sí mismo, agente responsable de su mejora material, de su progreso moral y de su desarrollo espiritual, y goce de una vida digna. Termino con una referencia al proyecto y al lema que nos proponen para este año: EL MÓN NO NECESSITA MÉS MENJAR, NECESSITA MÉS GENT COMPROMESA. Quiere comparar el aspecto material con nuestra propia actitud ante las situaciones respecto a los semejantes. Se nos pide un cambio. Nuestro modo de alimentarnos influye en las causas pero también en la solución del hambre. El proyecto en el que colaborará nuestra diócesis está situado en Haití, el país mas pobre de América, y tiene como objetivo la mejora de la agricultura y la ganadería en la organización de las comunidades de campesinos. En nombre de ellos, los haitianos y las buenas gentes de Manos Unidas, os pido vuestra aportación y vuestro compromiso. +Salvador Giménez, Obispo de Lleida