Mons. Francesc Pardo i Artigas Sí, ciertamente Jesús es Rey, y así lo celebramos en este último domingo del año litúrgico. Pero, porque es el Rey de la misericordia y del servicio, también lo es de todo el universo, personas, animales, cosmos, naturaleza…
Todos tenemos aún grabado en nuestra memoria y en nuestro corazón el logotipo del Año Jubilar de la Misericordia: Jesús, Buen Pastor y Buen Samaritano, llevando sobre sus espaldas la persona “herida”, cualquiera que sea el motivo.
Ésta es una de las imágenes de nuestro Rey: el que carga sobre su espalda a cada persona, a cada uno de nosotros, porque hemos querido perdernos, consciente o inconscientemente, o porque algunos hechos nos han producido profundas heridas que no cicatrizan. Él, el Señor, no pasa de largo, no nos abandona, nos carga sobre sus espaldas y se preocupa de nosotros.
La otra gran imagen de Cristo Rey la encontramos cuando, crucificado —de hecho, la cruz es su trono— coronado de espinas, con los brazos abiertos para abrazar a la humanidad, ofrece su vida y nos perdona en la figura de los verdugos, de los calumniadores, de quienes deseaban grandes signos para creer, de los indiferentes. Y más aún, antes de la última muestra de confianza en Dios Padre, nos da por Madre la suya propia, María.
Es el mayor y más necesario servicio para ofrecer la salvación a la humanidad y a la propia historia humana.
Muriendo, vence a la muerte, asegura la Vida con plenitud y para siempre, y asume el sacrificio venciendo el dolor, el mal y el pecado.
Recordemos que aquello que se esperaba del rey era buscar siempre el bienestar de todos sus súbditos.
No olvidemos tampoco su servicio a los pobres, los marginados, a los enfermos de cuerpo y espíritu, a los pecadores, a los impuros según la ley judía, a los militares romanos, a los cobradores de impuestos al servicio de los opresores romanos, a los niños, a los propios apóstoles, a los dirigentes, para ayudarles a descubrir sus cegueras…
¡No podemos tener un mejor Señor!
Las imágenes de los reyes temporales no nos sirven para entender la soberanía de Jesucristo. Sólo desde el Evangelio, los conceptos de vida, muerte y resurrección resultan adecuados para afirmar su realeza universal, tal como hacemos este domingo culminando el año litúrgico.
Deseo de corazón que haya sido un año impregnado por el regalo y el ejercicio de la misericordia, recibida por parte de Dios y concretada desde el amor y el servicio a los hermanos.
+ Francesc Pardo i Artigas
Obispo de Girona