Mons. Mario Iceta
- Continuamos celebrando con gozo el tramo final del año santo de la misericordia. Una realidad que se revela tan necesaria para nuestra vida personal y familiar, así como para la vida eclesial y social. Estamos profundamente necesitados de la misericordia de Dios. Y esta misericordia es un don que siempre nos será ofrecido. Esta certeza nos llena de esperanza y de paz.
- Al comienzo del nuevo curso pastoral nos ponemos en presencia de Dios. Necesitamos percibir su presencia y su llamada a participar con fuerzas renovadas en la tarea que nos quiere asignar en su campo. El apóstol Pedro nos invita a “acercarnos a Él, piedra viva… para entrar en la construcción de un templo espiritual para un sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales por medio de Jesucristo”. Son tres acciones, tres momentos concatenados que orientan nuestra vida: acercarnos, entrar y ofrecer. Es lo que pretendemos realizar en el comienzo de este curso. Acercarnos a Dios Padre, en Jesucristo, bajo el impulso del Espíritu Santo, en comunión con la Iglesia. Como afirma el Papa Francisco: “la Iglesia es la «casa de Dios», el lugar de su presencia, donde podemos hallar y encontrar al Señor; la Iglesia es el Templo en el que habita el Espíritu Santo que la anima, la guía y la sostiene. Si nos preguntamos: ¿dónde podemos encontrar a Dios? ¿Dónde podemos entrar en comunión con Él a través de Cristo? ¿Dónde podemos encontrar la luz del Espíritu Santo que ilumine nuestra vida? La respuesta es: en el pueblo de Dios, entre nosotros, que somos Iglesia. Aquí encontraremos a Jesús, al Espíritu Santo y al Padre.” (Papa Francisco, audiencia 26 junio 2016).
- Y penetrar, dejarnos abrazar por este misterio de Dios para ser transformados por Él. Y en este misterio, ofrecer. ¡Qué importante es ofrecer y cuántas veces lo olvidamos! No venimos a hacer, a caer nuevamente en el activismo, en las prisas, en el desarrollo de nuestros planes y proyectos. No. Venimos principalmente a entrar y ofrecer. Ofrecer nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestra fatiga, nuestras ilusiones… Como aquél niño que ofreció cinco panes y dos peces, una nada ante la muchedumbre, pero que bastó para que el Señor realizara su obra de dar alimento a la multitud.
- Es ésta la actitud con la que os invito a iniciar el curso: la del niño que ofreció con humildad y sencillez los panes y los peces. Porque, no lo olvidemos, estamos llamados a colaborar en la obra de Dios. El campo, la viña es suya. La tarea evangelizadora es suya. Es curiosa la afirmación del salmo 126: “Si el Señor no construye la casa, en vano se cansan los albañiles; si el Señor no guarda la ciudad, en vano vigilan los centinelas: Es inútil que madruguéis, que comáis el pan de vuestros sudores. ¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!”, Sí, esta es la paradoja: Dios da el crecimiento a la cosecha, sin que sepamos cómo. Dios lo da a sus amigos. Esto es lo fundamental: los amigos de Dios, los que él llamo primeramente para estar con Él y después, para predicar. Estar con Él, escucharle, seguirle, dialogar continuamente con Él, ponerlo todo en sus manos. Trabajar con Él, descansar en Él. Dios lo da a sus amigos. Ojalá tuviéramos tal trato continuo y frecuente con Él, de tal confianza y profundidad, que verdaderamente nos reconociésemos como sus amigos, como sus discípulos verdaderos, más allá de nuestra pequeñez, debilidades y pecados.
- Nuestro V Plan Diocesano de Evangelización nos habla de salir al encuentro de Dios, del prójimo y de nosotros mismos. Penetrar en el misterio de Dios es penetrar en la comunión entre nosotros y el servicio al prójimo, definido espléndidamente por la parábola del buen samaritano. El regalo que el Papa Francisco nos ha hecho con la exhortación postsinodal “Amoris laetitia” pone en el centro de nuestra atención la realidad de las familias. A ellas queremos dedicarnos de modo particular durante este curso para servirla, acompañarla y estimular a ser agente principal de la acción evangelizadora. Al comienzo de curso pedimos a la Virgen María que nos acompañe y nos ayude a acercarnos al misterio de Dios, penetrar en Él y edificar con el ofrecimiento de nuestras vidas, en la tarea apasionante de la evangelización, en el servicio de los más necesitados.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao