Mons. Gerado Melgar Si hiciéramos la prueba de hacer esta pregunta a gente que nos encontramos por la calle, seguro que nos encontrábamos con respuestas en general positivas pero matizadas por ellos mismos.
Unos nos responderían que creyeron pero que ahora la fe no les importa. Otros contestarían que sí creen, pero no practican.
Otros que creen, pero a su modo, que creen en algo, pero sin que eso les comprometa a vivir de distinta manera que los demás del mundo.
Otros que creen en determinadas circunstancias, pero que en otras no.
Otros que tratan de creer con fidelidad y compromiso con la fe y tratan de llevar una vida cristiana auténtica.
Es decir, que cada uno vive la fe a su modo, acomodada a sus circunstancias, a su vida, como si la vida de fe se pudiera vivir de cualquier forma, y que en tratándose de ella, todo valiese.
Esto que es una idea muy generalizada hoy: hemos hecho un cristianismo a la medida de cada uno y según lo que a cada cual le conviene. Sin embargo, en el Evangelio aparece claro que eso no sirve, que el que quiera ser discípulo del Señor, tiene que saber decir que no a determinados modos de vida para abrazar el estilo de vida que Cristo nos pide.
Lo escuchamos en este domingo en el evangelio en el que Jesús nos dice que para ser seguidor de Jesús es necesario ponerlo a Él en primer lugar y como lo más importante de la vida, posponiendo incluso a los padres, hermanos y hermanas.
Lo escuchamos en este domingo en el evangelio en el que Jesús nos dice que para ser seguidor de Jesús es necesario ponerlo a Él en primer lugar y como lo más importante de la vida, posponiendo incluso a los padres, hermanos y hermanas.
Jesús nos dice claramente que no todo vale en la vivencia de la fe, que hemos de vivirla con un estilo bien concreto y sabiendo que, si queremos seguirlo, necesariamente tenemos que vivir desde los criterios suyos y no desde los del mundo.
Todo esto nos hace hoy una llamada a que revisemos cómo estamos viviendo nuestra fe, si nuestro seguimiento de Jesús es el que Él nos pide o le seguimos como a nosotros nos parece, rebajando la exigencia de nuestra identidad de cristianos y haciendo un seguimiento descafeinado y sin fuerza ninguna de Jesucristo. Esta revisión nos debe llevar a una conversión personal y comunitaria, que nos haga vivir nuestra fe desde lo que Jesús nos dice, aunque para ello tengamos que decir no a otras formas de vida más fáciles y menos comprometidas.
La vivencia auténtica de nuestra fe y el seguimiento verdadero de Jesús nos debe comprometer a ser auténticos creyentes en los momentos duros de la vida, y en aquellos que son más fáciles, y en los cuales nos resulta también más fácil vivir de acuerdo con lo que el Señor nos pide.
Estamos al comienzo de un nuevo curso. Ojalá y nos decidamos a vivir plenamente desde la fe y desde la exigencia que supone el ser discípulo y seguidor de Cristo con todas sus exigencias.
+ Gerardo Melgar
Obispo de Ciudad Real