Mons. Julián Ruiz Martorell Querido hermano en el Señor:
Te deseo gracia y paz.
Al celebrar a san Lorenzo, mártir, reconocemos su valor como testigo y recibimos el reto de prolongar su testimonio haciéndonos nosotros, como él, testigos de Jesucristo, en nuestros días, y en medio de los más necesitados y desvalidos.
Durante el Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que el Papa Francisco presenta como “tiempo propicio para la Iglesia, para que haga más fuerte y eficaz el testimonio de los creyentes” (Misericordiae vultus 3), dirigimos nuestra mirada a Jesús de Nazaret, quien con su palabra, con sus gestos y con toda su persona revela la misericordia de Dios.
San Lorenzo es testigo de Jesucristo y nos exhorta, con su ejemplo y con su intercesión, a abrir nuestros corazones a quienes viven en las más contradictorias periferias existenciales.
Siguiendo el estilo de Cristo, san Lorenzo no se mostró pasivo ante el sufrimiento de los más pobres. Por ello, nos orienta hacia el hambriento, el sediento, el desnudo, el encarcelado, el forastero, el enfermo, el que no tiene vida. Nos anima a enseñar al que no sabe, a dar consejo al que lo necesita, a corregir al que se equivoca, a perdonar injurias, a consolar al triste, a sufrir con paciencia los defectos del prójimo y a rogar a Dios por los vivos y difuntos.
La miseria y la injusticia crecen y se desbordan como un río caudaloso. Pero es posible contribuir al crecimiento de un océano de misericordia con obras cotidianas, con gestos de atención, de ayuda, de acogida, de fraternidad y de solidaridad. Es preciso romper el círculo vicioso de nuestra inercia y propiciar un impulso virtuoso y saludable de obras realizadas con misericordia, con amor, con ternura y con humildad.
No hay ningún sistema social que anule por completo la apertura humana al bien, a la bondad y a la justicia. Dios sigue alentando constantemente, desde lo más profundo de los corazones, una capacidad de respuesta concreta, tangible y real.
San Lorenzo nos invita a ver. No basta con mirar; es preciso estar vigilantes y atentos. También nos enseña a hacernos prójimos de los demás, a acercarnos, a no tener miedo de la lacerante realidad ni de sus dramáticas consecuencias. Y nos exhorta a sentir y experimentar compasión, a vivir la misericordia, una misericordia activa y perseverante.
En diversas ocasiones, el Papa Francisco ha mencionado los pilares fundamentales, los bienes inmateriales que sostienen una sociedad: la vida, que es un don de Dios; la familia, fundamento de la convivencia; la educación integral que es mucho más que la transmisión de información; la salud, que busca el bienestar integral de la persona, incluyendo su dimensión espiritual; la seguridad, que vence a la violencia a partir del cambio del corazón humano.
San Lorenzo nos estimula a construir sobre el sólido cimiento que es Jesucristo. De esta manera, nuestra sociedad podrá crecer en armonía, sentirse solidaria de los más vulnerables y disfrutar de unas jornadas festivas de convivencia y amistad.
¡Felices fiestas en honor de san Lorenzo!
Recibe mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell,
Obispo de Huesca y de Jaca