Mons. Celso Morga La Santa Sede publicaba el viernes, día 8 de julio, el Decreto por el que se declara “Venerable” al Siervo de Dios don Rafael Sánchez García, un paso que sigue a la declaración de Siervo de Dios y que precede a la beatificación. Todo ello va encaminado a la canonización.
Don Rafaelito, como se le conocía cariñosamente, fue un hombre de Dios, desprendido de sí y entregado a los demás, un auténtico servidor del Señor en los pobres.
Nació en la localidad de Oliva de la Frontera el 14 de junio de 1911, se ordenó sacerdote el 29 de junio de 1936 y, desde su ministerio como capellán del Hospital Provincial de Badajoz, donde pasó la práctica totalidad de su vida sacerdotal, conoció de primera mano los dolores de nuestro pueblo en los años de post-guerra, los más duros del siglo XX, en una España desangrada y una Europa que cabalgaba entre las dos grandes guerras.
Hombre de marcado carácter ascético, dicen de él que dedicaba cinco horas diarias a la oración y otras muchas a servir a los pobres tocados por la enfermedad y heridos por las carencias más elementales, a los que procuraba alimento, quitándose el suyo de la boca cuando era preciso, consejo y compañía.
Su ministerio le permitió tratar con gente de Badajoz y de todos los pueblos que acudían al Hospital, personas que han continuado viniendo, solos o con sus familias, a rezar a la capilla del centro hospitalario donde está enterrado su cuerpo. Los que se acercan por allí saben que es francamente difícil encontrar el templo vacío, las visitas se suceden sin interrupción para rogar o para dar gracias a Dios mirando al sepulcro de alguien que el pueblo cristiano sitúa muy cerca del Señor. Ese desfile es similar a la lluvia fina de cartas que llegan al Arzobispado comunicando favores del hasta ahora Siervo de Dios, favores que deben alcanzar el rango de milagros para que la causa avance de aquí en adelante.
Llama la atención que en tiempos duros, Dios envía a mujeres y hombres recios para que testimonien la esperanza a través del amor, fortaleciendo la fe de la gente en ese momento. Así como en el siglo XVI vivieron, incluso convivieron, cristianos de la talla de Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, San Pedro de Alcántara, San Ignacio de Loyola o San Francisco Javier, cuando la Reforma Protestante dividía a la Iglesia, en este tiempo nuestro, sin salir de Extremadura, tres grandes personas de Iglesia, todos en proceso de beatificación, sembraban, cada uno en una parcela de la viña, la semilla del Reino de Dios. Don Rafael, el Padre Leocadio Galán y Don Luis Zambrano, del que esperamos tener pronto buenas noticias, se trataron, incluso Don Luis le administró el sacramento de la Unción de Enfermos a don Rafael.
Para los cristianos, esto no es casualidad sino Gracia, que debe ser respondida con agradecimiento, la muestra evidente de que el Señor no se olvida de su pueblo nunca, especialmente en los momentos duros. Es entonces cuando nos envía personas buenas, sobre las que la Iglesia deberá juzgar en lo tocante a la santidad, pero que, en cualquier caso dejaron que Dios fuera soberano de sus vidas y eso edificó, hizo y continúa haciendo más fuerte la fe de sus hermanos.
Que la Virgen de la Soledad nos ayude a que podamos verlo muy pronto en los altares.
+ Celso Morga Iruzubieta
Arzobispo de Mérida-Badajoz