Mons. Carlos Escribano El mes de Junio el pueblo de Dios lo vive tradicionalmente contemplando el Corazón de Cristo. Es una fiesta relativamente reciente en nuestro calendario litúrgico, pero que ha cobrado un enorme arraigo popular, también en nuestra diócesis. Santa Margarita María Alacoque, fue quien impulsó la idea que cristalizaría en una nueva fiesta en el calendario. Entre 1673 y 1675 tuvo santa Margarita María una serie de visiones en las que Cristo le habló pidiéndole que trabajase por la institución de una fiesta del Sagrado Corazón. En 1856 el papa Pío IX la hizo extensiva a toda la Iglesia.
En el contexto de este Jubileo extraordinario de la Misericordia, tomamos más viva conciencia de que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús está muy unida a la Misericordia de Dios. En la canonización de Santa Faustina Kowalska, a quien Francisco define como apóstol de la Misericordia (cfr MV 24), San Juan Pablo II nos decía: “Contemplar sobre todo la herida de su Corazón, fuente de la que brota la gran ola de misericordia que se derrama sobre la humanidad. La misericordia divina llega a los hombres a través del Corazón de Cristo crucificado”. Sí, del Corazón abierto de Jesús, brotan la Sangre y el Agua, que son los dos rayos que muestra la imagen del Corazón Misericordioso de Cristo revelado a Santa Faustina Kowalska. Ese mismo pensar, estaba recogido ya por San Juan Pablo II en su encíclica “Dives in Misericordia”: “Creer en el Hijo crucificado significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos. Creer en ese amor significa creer en la misericordia pues es ésta la dimensión indispensable del amor de Su Corazón”. Y cuando San Juan Pablo II consagró e inauguró la Basílica de la Divina Misericordia en Cracovia nos mostraba la urgencia de la recepción del don de la misericordia divina por parte de toda la humanidad: “Ha llegado la hora de hacer llegar el mensaje del Corazón Misericordioso a todos, especialmente a aquellos cuya humanidad y dignidad parecen perderse en el misterio de la iniquidad. Ha llegado la hora en que el mensaje de Divina Misericordia derrame en los corazones y se convierta en chispa de una nueva civilización: de la civilización del amor”.
El Papa Francisco nos sigue invitando a acogernos al Corazón de Jesús, para comprender de verdad lo que significa la misericordia de Dios. En palabras del Papa Francisco, el Corazón de Jesús “no es sólo el corazón que tiene misericordia de nosotros, sino la misericordia misma. Ahí resplandece el amor del Padre; ahí me siento seguro de ser acogido y comprendido como soy; ahí, con todas mis limitaciones y mis pecados, saboreo la certeza de ser elegido y amado. Al mirar a ese corazón, renuevo el primer amor: el recuerdo de cuando el Señor tocó mi alma y me llamó a seguirlo, la alegría de haber echado las redes de la vida confiando en su palabra (cf. Lc 5,5). El corazón del Buen Pastor nos dice que su amor no tiene límites, no se cansa y nunca se da por vencido. En él vemos su continua entrega sin algún confín; en él encontramos la fuente del amor dulce y fiel, que deja libre y nos hace libres; en él volvemos cada vez a descubrir que Jesús nos ama «hasta el extremo» (Jn 13,1); no se detiene antes, va hasta el final, sin imponerse nunca. El corazón del Buen Pastor está inclinado hacia nosotros, «polarizado» especialmente en el que está lejano; allí apunta tenazmente la aguja de su brújula, allí revela la debilidad de un amor particular, porque desea llegar a todos y no perder a nadie”. (Francisco, Homilía en el Jubileo de los Sacerdotes, 3 de Junio de 2016).
Os invito a vivir este mes de Junio muy cerca del Corazón de Jesús para llenaros de la Misericordia de Dios
+ Carlos Escribano
Obispo administrador diocesano de Teruel y Albarracín
Obispo electo de Calahorra, La Calzada – Logroño