Mons. Francisco Cerro Decían los primeros cristianos: “No podemos vivir sin la Eucaristía”, sin la celebración del domingo, del día del Señor. La Eucaristía es Cristo Vivo que se ha quedado con nosotros para siempre hasta el final de los tiempos. La Eucaristía es vida porque es el mismo Cristo Vivo y Resucitado.
En nuestra diócesis tenemos la gracia inmensa, desde hace años, de la Adoración Perpetua. Esta capilla en el corazón de la ciudad y de la diócesis está siendo un auténtico instrumento de renovación y de fortalecer nuestra fe en la clave del Sínodo Diocesano.
La Eucaristía, cuando se vive celebrada, comulgada y adorada, acaba transformando nuestro corazón y nos conduce a la evangelización y al servicio de los más pobres.
Una parroquia, una diócesis que no contempla al Resucitado y se abre a vivir “con los sentimientos de Cristo” probablemente no hará una evangelización en profundidad y sobre todo en clave de conversión pastoral. Sin Cristo nada podemos hacer, y Jesús en la Eucaristía, la Eucaristía es Jesús, nos impulsa a una entrega a todos los que viven en la mayor de las pobrezas, de las necesidades, de no poder llevar una vida en toda su dignidad.
La Iglesia desde siempre ha vinculado la Eucaristía, el Cuerpo de Cristo, su Sangre, con la presencia en los más necesitados y en los que viven en todas las periferias.
Vivamos el amor a la Eucaristía, seamos contemplativos en las entrañas de un mundo al que tanto ha amado el Padre “que le ha entregado a su Hijo único”. Volvamos nuestra mirada a la presencia de Jesús en los pobres, en la línea de lo que nos dejó en el texto cristológico, tan clave, de Mateo, 25: “¿Cuándo te vimos, Señor, enfermo, hambriento, en la cárcel, sediento…? —Cada vez que lo hiciste con uno de estos mis hermanos, conmigo lo hiciste”.
La contemplación del Cristo Vivo en la Eucaristía nos enternece el corazón para “tocar la Carne y la Sangre” en los pobres y en los que sufren.
El papa Francisco dice que el gran fruto que debe dar este Año de la Misericordia es un corazón reconciliado con el Amor de Dios y lanzado a ejercitar las Obras de Misericordia.
Como obispo os propongo, unido al papa Francisco, que antes que concluya el Año de la Misericordia, con la festividad de Cristo Rey del Universo, todas las personas e instituciones de la Iglesia, a través de Cáritas Diocesana, hagamos, como expresión verdadera de nuestra comunión diocesana, una Obra de Misericordia en conjunto que haga memoria permanente en la diócesis del Año de la Misericordia. Ya os enviaremos las propuestas y el proyecto para que unidos a Cristo Vivo y Resucitado hagamos todos juntos en este año una Obra de Misericordia a las que nos llama el Evangelio y nos recuerda el papa Francisco. Quedaría en la diócesis, como un “aterrizaje” de todos juntos en este año, para el servicio de los necesitados. Cuento con todos.
+ Francisco Cerro Chaves
Obispo de Coria-Cáceres