Mons. José María Yanguas Queridos diocesanos:
El pasado viernes 8 de abril se daba a conocer el texto de la esperada Exhortación Apostólica del Papa Francisco que lleva por título La alegría del amor. Hoy me limitaré a una breve presentación de la misma, sin entrar en sus contenidos concretos, para lograr una visión panorámica que permita abrazarla en su totalidad.
Se trata de un documento extenso, inevitablemente extenso, dice el Papa “debido a los muchos y variados temas” que en ella se abordan. La Exhortación se ocupa de todos ellos para no desperdiciar “la riqueza de los dos años de reflexión que aportó el camino sinodal” (n. 7), es decir los dos últimos sínodos celebrados en la Iglesia en octubre de los años 2014 y 2015.
El documento se extiende a lo largo de 325 números, articulados en 8 capítulos de diversa amplitud, precedidos de unos pocos números a modo de introducción y unas brevísimas líneas conclusivas, seguidas de una oración a la Sagrada Familia. La abundancia de los asuntos tratados y la riqueza de puntos de vista sobre realidades tan ricas de contenido como el amor, el matrimonio y la familia, nos permiten descubrir inmediatamente lo equivocado de limitar el interés de la Exhortación a unos cuantos puntos más debatidos o discutidos que afectan, sin embargo, a un número limitado de familias y matrimonios. Tan equivocado como sería reducir el estudio de la medicina a algunos males o enfermedades que quizás son particularmente representativas de nuestro tiempo o de nuestro mundo occidental, pero que no muestran los verdaderos problemas de la sanidad en el mundo de hoy o, a lo sumo, afectan sólo a algunos millones de personas que viven en los países más desarrollados.
Es el mismo Papa Francisco quien nos ha querido indicar cómo ha procedido en la elaboración de la Exhortación. Ésta comienza, dice, (nn. 9-30) con “una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras”, que permite obtener desde el principio el “tono adecuado” del documento. El segundo capítulo (nn. 32-57) da cuenta de la situación actual de las familias ya que el Papa desea dirigirse a sujetos reales, vivos. El tercero es un capítulo dedicado a exponer cómo ve Jesús la familia; es lo que el Papa llama “la vocación de la familia” (nn. 58-88), o designio de Dios sobre la misma. Los capítulos cuarto (nn. 90-164) y quinto (nn. 168-198) están dedicados al amor. Son los capítulos centrales de la Exhortación. Centrales no sólo porque ocupan “físicamente” el lugar central y más extenso del texto del Papa (más de cien números entre los dos), sino sobre todo, pienso, porque son temas o asuntos en los que el “genio” del Papa Francisco como Pastor se pone en evidencia. Muchas páginas de estos capítulos son de gran belleza y ponen de manifiesto una delicada sensibilidad humana y espiritual. Sigue un capítulo, el sexto (nn.199-258) en el que la Iglesia se muestra como madre solícita en su acompañamiento del iter vital de los matrimonios. El capítulo séptimo (nn. 260-290) está dedicado a la educación de los hijos. Los asuntos tratados en el capítulo octavo (nn. 291-312) son sin duda los que han levantado una mayor expectación y suscitado comentarios encontrados. Son números que deben ser leídos con calma y serena reflexión para evitar reacciones precipitadas y… quizás equivocadas. El último capítulo, el noveno (nn. 313-325), se ocupa de la espiritualidad matrimonial y familiar, y describe algunas de sus notas fundamentales.
Papa Francisco nos advierte para que evitemos una lectura general apresurada de la Exhortación y nos recomienda, en cambio, profundizar en ella “pacientemente parte por parte o buscar en ella lo que podamos necesitar en cada circunstancia concreta”. Nos dice, también, en fin, qué bien espera se siga de la lectura de este documento: “que cada uno (…) se sienta llamado a cuidar con amor la vida de las familias, porque ellas <no son un problema, son principalmente una oportunidad˃” (n. 7).
+ José María Yanguas
Obispo de Cuenca