Mons. Carlos Escribano La fiesta de la Divina Misericordia de este año Jubilar quedará grabada en la memoria de muchos de nosotros, como una jornada especial. La espléndida respuesta de tantas parroquias, cofradías, delegaciones, hermandades y asociaciones de nuestros pueblos y ciudades hicieron posible la celebración compartida y gozosa del Encuentro Diocesano de la Misericordia. El esfuerzo de todos los que han trabajado generosamente en la preparación de todos los actos, dedicando tiempo, esfuerzos y un magnífico saber hacer, dieron sus primeros frutos en este 2 Abril de 2016, permitiéndonos disfrutar de una jornada emocionante.
Todos los actos resultaron muy bien. La acogida en la plaza del Seminario, la procesión a la catedral y el acto jubilar con el paso de la Puerta Santa colmaron una mañana gozosa. Reconozco que me sentí muy conmovido con la asistencia tan nutrida de peregrinos. Era muy bello ver a tantos fieles que procesionabais acompañando a vuestras imágenes de Cristo o de Santa María por la plaza de la catedral de Teruel. Las bandas, los tambores y bombos, los bailes y el colorido de las peanas se presentaban como una gran llamada a todos los que os observábamos a unirnos a compartir vuestra alegría.
Por siete veces la Catedral de Teruel se quedo pequeña. Fueron los momentos en que, por arciprestazgos, fuisteis entrando en vuestra casa. Repetíamos la formula, pero siempre resultaba nueva. Debo agradecer las palabras de los arciprestes, la compañía de vuestros curas y vuestro paso contemplativo por el bello transito de la Misericordia de nuestra Catedral. Seguro que cada uno tendría experiencias distintas y enriquecedoras. Yo le pedía al Señor que las palabras del Papa Francisco se hicieran realidad en cada uno de los peregrinos: “La peregrinación es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia. La vida es una peregrinación y el ser humano es viator, un peregrino que recorre su camino hasta alcanzar la meta anhelada. También para llegar a la Puerta Santa en Roma y en cualquier otro lugar, cada uno deberá realizar, de acuerdo con las propias fuerzas, una peregrinación. Esto será un signo del hecho que también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio. La peregrinación, entonces, sea estímulo para la conversión: atravesando la Puerta Santa nos dejaremos abrazar por la misericordia de Dios y nos comprometeremos a ser misericordiosos con los demás como el Padre lo es con nosotros”. (MV 14).Esas palabras del Papa resumen muy bien los esforzados preparativos, todo el contenido y los objetivos de la jornada.
Muchos de los peregrinos quisisteis recibir el perdón del Padre en la Iglesia Jubilar del Salvador participando en el sacramento de la Reconciliación. Y después del reponedor rato de la comida, más de quinientos peregrinos acudisteis a almorzar a nuestro Colegio diocesano, nos dimos cita de nuevo en nuestra Catedral.
La procesión hasta la Plaza de Toros fue ordenada y bella, intensa y emocionante. Una piadosa explosión de color, música, bailes y una serena alegría, alentaba a los más de seis mil peregrinos que caminábamos gozosos a celebrar la Eucaristía. Junto a las imágenes y los peregrinos que las portaban y acompañaban, se entrelazaban las obras de Misericordia corporales y espirituales como una letanía que nos exhortaba a abrir nuestro corazón sinceramente a los demás. El hogar para transeúntes de Cáritas, propuesto como gesto solidario para este Año Jubilar, nos ayudo a concretar nuestro compromiso de ser misericordiosos con los más necesitados y ayudarles a recuperar plenamente su dignidad.
La Plaza de Toros se había trasformando en un hermoso templo donde pudimos celebrar fraternalmente nuestra fe en el Resucitado. Era la fiesta de la Divina Misericordia y el gozo desbordó nuestro corazón: “la ciudad se lleno de alegría” (Hechos 8,8). La Inmaculada de los jóvenes, de Sor Isabel Guerra, presidía la celebración. Esta imagen peregrina, portada con entusiasmo por nuestros chavales, nos hacía contemplar con gratitud en esta tarde a la Madre de la Misericordia: ella siempre nos alienta en el camino de la vida a ser “misericordiosos como el Padre”.
Pido a Dios que sean muchos los frutos de esta jornada. Que el esfuerzo realizado sirva para tomar conciencia de que somos capaces de Misericordia y que, al recibirla, podemos llevarla a los demás.
MUCHAS GRACIAS A TODOS.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín