Mons. Jaume Pujol Permitidme que comience con una curiosidad. Desde que tomé posesión como arzobispo comencé a dirigirme a todos desde esta sección semanal Als quatre vents, que comenta fiestas litúrgicas, hechos de la Iglesia, deseos del Papa, virtudes cristianas, ejemplos de personas santas… La entrega de hoy es el número 600 de estos escritos y alocuciones.
He deseado compartir con vosotros este pequeño aniversario –todos los números redondos lo son– y agradecer la atención con la que muchos siguen estas reflexiones que hago, con el deseo de que puedan ser de utilidad para fortalecer nuestra fe y vida cristiana.
Coincide con la fiesta de Pascua, la mayor del calendario de la Iglesia. Cristo ha resucitado y con él resucitaremos todos nosotros, porque la muerte ha sido vencida. Es más fuerte el amor. Por ello hoy es la fiesta de la alegría, un gozo que comienza en la tierra y acaba en el cielo, se inicia en lo transitorio y termina en lo eterno.
Este es nuestro destino. Nuestra fe nos convierte en personas que esperan de la misericordia de Dios el regalo de estar con él para siempre. Somos –hemos de ser– A man for all seasons, como Thomas More en la película de Fred Zinnemann, traducida como Un hombre para la eternidad.
Santo Tomás de Aquino señalaba que no hemos recibido el don de la vida para sobrevivir, sino para amar y ser amados, para ser transformados por ese amor, para ser liberados y encontrar la felicidad. Dicho en un lenguaje de nuestra época: no hemos nacido para ir tirando, ver la televisión, trabajar en la oficina, consultar el móvil y para ir de compras. Todo esto está muy bien, pero esta vida ordinaria tiene un sentido: el amor.
Si no fuera así, aunque nuestra vida estuviera muy llena de obligaciones familiares, problemas laborales, planes de ocio… Podríamos notar la carencia de algo vital y ser atacados por la soledad y la tristeza. En tales momentos notamos que nos falta algo, sentimos la necesidad de aquietar nuestro corazón, y solo lo lograremos saliendo de nosotros mismos, ayudando a otros, mirando a Dios, es decir, amando de verdad.
La Pascua no se improvisa en el calendario. Viene precedida de la Cuaresma y de la semana intensa que llamamos Santa. Tampoco la felicidad no surge sin prepararla porque no es un propósito, sino una consecuencia. Y a veces notaremos que el camino para ser felices pasa por el dolor, como el de Jesucristo, nuestro modelo.
+ Jaume Pujol Bacells
Arzobispo de Tarragona y primado