Mons. Joan E. Vives Un año más, como representante de España en la Coordinadora de Conferencias Episcopales en apoyo de la Iglesia en Tierra Santa, hemos visitado Gaza, Belén, Beit Jala, y sobre todo Jordania en este mes de enero. Hemos ido para estar cerca, presentes, para rezar juntos, peregrinar a los lugares santos e intentar persuadir, al volver, informando de lo que los cristianos viven en esa tierra donde son minoría, pero que Cristo santificó con su vida, su muerte y resurrección. En aquella tierra santa para judíos, cristianos y musulmanes, hemos constatado durante nuestra visita la presencia permanente de la Iglesia entre los débiles y vulnerables, a los que demasiado a menudo se olvida. Nos hemos sentido comprometidos a dar voz a los sin voz, y por eso os resumo los contenidos del Mensaje de los Obispos.
El Comunicado final de los Obispos lo hemos querido dirigir a todos ellos para asegurarles que: ¡No los olvidamos! Se lo decimos a la comunidad cristiana y a los jóvenes de Gaza. La reciente guerra de 2014 conllevó la destrucción de miles de viviendas y de las infraestructuras materiales y sociales de Gaza, así como la muerte de israelíes y palestinos. Un año y medio más tarde, hemos encontrado signos de esperanza y la resistencia de la población que es destacable, pero muchos siguen sin hogar y traumatizados por la guerra. El bloqueo continúa llevando desesperación a sus vidas pues viven efectivamente como en una prisión. La capacidad de tantos Cristianos y Musulmanes para ayudarse mutuamente en esta situación es un signo visible de esperanza y, en un tiempo en el que muchos buscan dividir las comunidades, es un ejemplo para todos nosotros.
Tampoco podemos olvidar a la comunidad cristiana de Beit Jala, donde la confiscación israelí de tierras y la expansión del muro de separación en el Valle de Cremisán, violando las leyes internacionales, minan aún más la presencia cristiana en Tierra Santa. Tampoco podemos olvidar a los Israelíes y Palestinos que buscan la paz. El derecho de Israel a vivir en seguridad es claro, pero la ocupación sostenida desanima a ocupantes y ocupados. Los líderes políticos de todo el mundo tienen que poner más esfuerzo para alcanzar una solución diplomática que ponga fin a casi 50 años de ocupación y que resuelva el conflicto actual para que los dos pueblos y las tres religiones puedan vivir juntos, con justicia y con paz.
Y sobre todo no podemos olvidar a los refugiados cristianos que hemos encontrado en Jordania. Hemos escuchado su drama y las dificultades para intentar reconstruir sus vidas. Para la mayoría, volver a su país ya no es una opción. Jordania está haciendo muchos esfuerzos para gestionar el hecho de que un cuarto de su población sean refugiados. Los esfuerzos de la Iglesia local y las ONGs para acoger a todos los refugiados -cristianos y musulmanes- son significativos y encomiables para devolverles la perdida dignidad humana. Pero la comunidad internacional debe hacer más por aliviar su situación y trabajar por la paz en toda la región. La Iglesia en Jordania está viva y en crecimiento, a pesar de que los cristianos temen la expansión del extremismo musulmán creciente en la región. Esperamos que la entrada en vigor del Acuerdo Global entre la Santa Sede y el Estado de Palestina, ofrezca un modelo de diálogo y de cooperación entre los estados, que respete y preserve la libertad religiosa y de conciencia de todos. Con la promesa de una solidaridad activa, hacemos nuestra la oración del Papa Francisco en Laudato sí: «Oh Dios de los pobres, ayúdanos a rescatar a los abandonados y olvidados de esta tierra que tanto valen a tus ojos».
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell