Mons. Joan E. Vives Estamos dentro de la Semana de oración por la Unidad de los cristianos. Una causa que hay que seguir fortaleciendo, por más que ponga a prueba nuestra confianza por que los frutos se hacen esperar, no dependen de nosotros. Nos debe bastar saber que Jesús oró por la unidad en la última cena, y su oración está viva: «Que todos sean uno, como Tú Padre estás en mí y yo en Ti… para que el mundo crea» (Jn 17,21).
El Concilio Provincial Tarraconense de 1995 recomendaba que, «se procure fomentar y revitalizar el diálogo ecuménico con las otras confesiones cristianas de nuestro país tanto a nivel diocesano como interdiocesano. Que se dé más importancia a la formación ecuménica y que, tanto en los centros teológicos como en las catequesis de las comunidades, se estudien los principios católicos del ecumenismo de acuerdo con el Vaticano II y con los documentos posteriores. A otro nivel, que se fomente el diálogo interreligioso, especialmente con las otras religiones presentes en Cataluña» (res. 127). Todo un programa de trabajo espiritual y pastoral, que iremos llevando adelante en la Diócesis y en las diversas parroquias donde hay relación con otras confesiones cristianas. Habrá que ahondar en nuestras raíces espirituales para reencontrarnos en Cristo, y así nos acercaremos hacia la unidad. Conversión, oración, misericordia, caridad… Esto es el ecumenismo espiritual.
A un nivel más universal, debemos pedir que el Espíritu Santo nos ayude a saber acoger las reflexiones del Papa Francisco, dejándonos interpelar por la sangre de los mártires cristianos, por el ecumenismo de la sangre. Actualmente en Oriente Medio, en África, en tantos lugares, ¡cuántos cristianos son muertos! No les preguntan si son pentecostales, luteranos, calvinistas, anglicanos, católicos u ortodoxos… Los matan porque creen en Cristo. Este es el ecumenismo de la sangre. Los sufrimientos padecidos por los cristianos en los últimos decenios también han contribuido de forma única e inestimable a la causa de la unidad entre los discípulos de Cristo. Como en la Iglesia antigua la sangre de los mártires se convirtió en semilla de nuevos cristianos, así en nuestros días la sangre de muchos cristianos se ha convertido en semilla de unidad. El ecumenismo del sufrimiento, el ecumenismo del martirio, es un fuerte reclamo a caminar por la senda de la reconciliación entre las Iglesias, con decisión y confiado abandono en la acción del Espíritu Santo. Así se hará realmente presente la misericordia de nuestro Padre celestial y nos hará más compasivos. Para los perseguidores, nosotros no estamos divididos, no somos luteranos, ortodoxos, evangélicos o católicos… para ellos, somos cristianos. No les interesa otra cosa. Es el ecumenismo de la sangre que se vive hoy.
El lema para la Semana de oración por la Unidad de los cristianos de este 2016 es: «Proclamad la grandeza del Señor (cf.1Pe 2,9)». Los cristianos constituimos un pueblo santo llamado a reconocer y proclamar la grandeza, la alabanza de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su luz admirable. Unidos a los cristianos de todas las denominaciones, en esta Semana, rezando, sufriendo y amando unidos, manifestamos nuestro agradecimiento al Dios que en Jesucristo nos ha constituido como pueblo sacerdotal, con una alabanza que no añade nada a la grandeza del Señor, ciertamente, pero que a nosotros sí nos mejora. Buscando y promoviendo la unidad, proclamando la grandeza del Señor, caminamos hacia la buena dirección de encontrarnos en Dios, que es quien nos une.
+ Joan E. Vives
Arzobispo de Urgell