Mons. Mario Iceta Queridos hermanos y hermanas.
Errukia ez da berba hutsala, edukiz betetakoa baino
Comenzamos un nuevo año, marcado por la convocatoria que el Papa Francisco ha dirigido a toda la Iglesia para la celebración de un año santo de la misericordia. Como él mismo afirma, La misericordia no es una palabra abstracta, sino un rostro para reconocer, contemplar y servir. San Juan ponía como expresión máxima del misterio de Dios el amor: Dios es amor, porque es comunión infinita de verdad, bien, bondad y belleza de las Personas divinas. Y ese amor se ha desbordado en Cristo. En su encarnación hemos contemplado de modo humano la misericordia infinita del Padre. Como nos dice san Juan en el Prólogo a su evangelio: “Y el Verbo se hizo carne y hemos contemplado su gloria; gloria propia del Hijo unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1, 14). Es precisamente el misterio lleno de júbilo y esperanza que hemos contemplado y celebrado durante la Navidad.
Eleizeak Jaungoikoa erakusten deusku munduaren erdian
La Iglesia es, así mismo, un misterio que hace presente a Dios en medio del mundo. Como afirmaba el Vaticano II, «la Iglesia es en Cristo como un sacramento o señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano» (Lumen Gentium, 1). Este misterio, siguiendo esta misma afirmación conciliar, posee una doble sacramentalidad: nos une íntimamente a Dios y también realiza la unidad entre todos. Es por tanto, una acción que tiene una doble dirección intrínsecamente unida: la unión con Dios, el reconocimiento de un mismo Padre común, la acción de Cristo en quien adquirimos la filiación divina, y la acción del Espíritu Santo, que es la Persona amor que nos capacita para amar de un modo nuevo, genera entre nosotros una nueva relación: nos hace hermanos, nos poseemos los unos a los otros, estamos llamados a cuidarnos mutuamente, debemos dar la vida los unos por los otros. Desde esta dimensión netamente conciliar podemos comprender en su profundidad la dimensión eclesial de la misericordia tal y como la expresa el Papa Francisco: “»La misericordia es la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia» (n. 10). Si la Iglesia es sacramento de la presencia y de la unión con Dios, la Iglesia debe reflejar y obrar en su vida la misericordia del Padre manifestada en Cristo y obrada por el Espíritu Santo.
Gure bizitzak, gure Eleizak, gure gizarteak eta munduak errukia behar dabe
El pasado 13 de diciembre abríamos en la catedral y en la basílica la Puerta de la misericordia. Es un gesto que quiere significar que el corazón de Dios, el costado abierto de Cristo y la fuente viva del Espíritu Santo se nos ofrecen para que penetremos con el fin de alcanzar la profunda misericordia que necesitan nuestras vidas, nuestra Iglesia, nuestra sociedad y el mundo entero. En su bula de convocatoria, el Papa nos explica el sentido de la peregrinación y sobre todo la necesidad del perdón. Son aspectos que también los obispos del País Vasco y Navarra quisimos resaltar en nuestra última carta pastoral titulada “Misericordia entrañable”: la necesidad de la conversión personal como respuesta profunda a la misericordia de Dios, el sacramento de la Reconciliación como ofrecimiento de la misericordia del Padre que no se cansa de esperar el retorno del hijo pródigo y la necesaria conversión comunitaria. Así mismo, hacíamos referencia a ámbitos que en nuestro entorno están especialmente necesitados de la misericordia. Cada uno debe discernir, a nivel personal, familiar y comunitario, en qué ámbito se siente especialmente llamado a entregarse, siendo cauce de la misericordia de Dios y obrando conforme a un corazón transformado por su amor.
Aita Santuak iluntasuna eta gorrotoa albo baten izteko eskatzen deusku
En último término, el Papa nos invita a dejar la oscuridad, la mentira, el odio, la desesperanza, para vivir en la luz, la verdad, el amor, el perdón y la esperanza. Es decir, se nos invita a entrar en un tiempo nuevo, en un año nuevo. Como hermosamente afirma en su carta de convocatoria jubilar, “la Iglesia está llamada a ser el primer testigo veraz de la misericordia, profesándola y viviéndola como el centro de la Revelación de Jesucristo. Desde el corazón de la Trinidad, desde la intimidad más profunda del misterio de Dios, brota y corre sin parar el gran río de la misericordia. Esta fuente nunca podrá agotarse, sin importar cuántos sean los que a ella se acerquen. Cada vez que alguien tendrá necesidad podrá venir a ella, porque la misericordia de Dios no tiene fin.” (MV, 25) Quisiera humildemente compartir estas palabras, para que se transformen en realidad en nuestra vida. María, Madre de misericordia nos acompaña durante este año que acabamos de comenzar. Quiera Dios que, cuando clausuremos este año, podamos exclamar llenos de alegría que hemos experimentado que “es eterna su misericordia”. Con afecto.
+ Mario Iceta Gabicagogeascoa
Obispo de Bilbao