Mons. Carlos Escribano Culmina el tiempo de la Navidad, que nos ha presentado el compromiso de Dios con todos los hombres al hacerse uno de nosotros por los misterios de la Natividad y la Epifanía, presentándonos así el plan de salvación de Dios, que está siempre cerca de los pequeños y de los débiles. También nos hemos encontrado y hemos acompañado a la Sagrada Familia en su huida a Egipto, padeciendo la amargura de la emigración forzada a un país extraño, convirtiéndose así en perseguidos y refugiados. En ese contexto, la Iglesia, en el mes de Enero, nos presenta la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado que este año se va desarrollar dentro del Año Jubilar de la Misericordia. El Papa Francisco ha propuesto como tema para esta jornada: “Emigrantes y Refugiados nos interpelan. La respuesta del Evangelio de la Misericordia”.
El drama de los refugiados, que están llegando a Europa procedentes de Siria y los que en todo el mundo padecen esta tragedia, nos crea una especial sensibilidad: “todos los días, las historias dramáticas de millones de hombres y mujeres interpelan a la Comunidad internacional, ante la aparición de inaceptables crisis humanitarias en muchas zonas del mundo. La indiferencia y el silencio abren el camino a la complicidad cuanto vemos como espectadores a los muertos por sofocamiento, penurias, violencias y naufragios. Sea de grandes o pequeñas dimensiones, siempre son tragedias cuando se pierde aunque sea sólo una vida” (Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016). Esta cuestión requiere una respuesta coherente con nuestra fe. Esa es la intención del Papa en este año en el que quiere que nos veamos interpelados por tantas situaciones de sufrimiento, sin caer en la indiferencia, sino buscando respuestas que se desplieguen en el ejercicio actualizado de las obras de misericordia corporales y espirituales.
Son muchas las situaciones dramáticas que obligan a tantas y tantas personas en el mundo, hermanos nuestros, a huir de su entorno, de su patria y de su tierra para buscar mejores condiciones de vida y obtener un honesto y legitimo bienestar junto a las personas que aman: “nadie puede fingir de no sentirse interpelado por las nuevas formas de esclavitud gestionada por organizaciones criminales que venden y compran a hombres, mujeres y niños como trabajadores en la construcción, en la agricultura, en la pesca y en otros ámbitos del mercado. Cuántos menores son aún hoy obligados a alistarse en las milicias que los transforman en niños soldados. Cuántas personas son víctimas del tráfico de órganos, de la mendicidad forzada y de la explotación sexual. Los prófugos de nuestro tiempo escapan de estos crímenes aberrantes, que interpelan a la Iglesia y a la comunidad humana, de manera que ellos puedan ver en las manos abiertas de quien los acoge el rostro del Señor «Padre misericordioso y Dios te toda consolación» (2 Co 1,3)” (Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016). Sí, todas estas situaciones deben movernos a dar respuestas. Nuestro ejemplo es Jesucristo y nuestra respuesta el Evangelio de la Misericordia. Todos somos responsables de nuestro prójimo, en la medida de nuestras posibilidades, vivan donde vivan:“El cuidar las buenas relaciones personales y la capacidad de superar prejuicios y miedos son ingredientes esenciales para cultivar la cultura del encuentro, donde se está dispuesto no sólo a dar, sino también a recibir de los otros. La hospitalidad, de hecho, vive del dar y del recibir” (Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2016).
A lo largo de este año que estamos comenzando, estaremos especialmente atentos al drama de los refugiados y, como comunidad cristiana, nos dispondremos para acogerles y acompañarles. Tenemos que ir preparándonos. Para ellos os invito a participar en el encuentro de oración coordinado por nuestra Delegación diocesana de Migraciones, el próximo viernes 15 de Enero a las 20 horas en el patio del Obispado.
+ Carlos Escribano Subías,
Obispo de Teruel y de Albarracín