Mons. Gerardo Melgar Queridos diocesanos:
¡Dios nos regala este año nuevo 2016! A todos os deseo, desde lo más íntimo de mi corazón de padre y pastor, un muy feliz año nuevo colmado de bendiciones para cada uno de vosotros, para vuestras familias, para todos.
Comenzar un año nuevo es comenzar una nueva andadura a todos los niveles. Un año nuevo es un cuaderno en blanco que se nos da a cada uno para que a través de todo el año podamos escribir lo que queramos con nuestra vida. Un año nuevo es siempre una nueva oportunidad para poder cumplir determinadas expectativas, sueños, deseos y proyectos. A mí me gustaría que el 2016 fuera un año en el que avanzáramos de verdad en la lucha contra el paro para que todos pudieran lograr un trabajo digno y dignificador; que los jóvenes tuvieran la oportunidad de encontrar un trabajo que les satisfaga y les permita ejercer aquella profesión para la que se han preparado en sus estudios o en su formación profesional. Me gustaría que progresáramos en la conciencia del respeto a la vida del ser humano desde comienzo hasta el final natural; desearía que el respeto a la vida fuera una de las metas más importantes por las que luchar porque el respeto a la vida no es sólo algo por lo que tenemos que luchar y ser respetuosos desde nuestros principios religiosos sino que es tarea de todo ser humano, de toda persona por el hecho de serlo.
Quisiera que en este nuevo año avanzáramos todos en la acogida de la misericordia de Dios para ofrecerla a los demás durante este Año Santo de la misericordia. En este Jubileo, Dios quiere mostrarnos su amor, su perdón y su misericordia, y nos llama a que abramos nuestro corazón para acogerla; en definitiva, quiere que conozcamos y experimentemos su identidad como Dios, que no es otra que la de un Padre-Madre capaz de compadecerse y conmoverse ante las miserias de sus hijos, los seres humanos. El Año Santo no es sólo la oferta de misericordia por parte de Dios; es también llamada a que nosotros sepamos ofrecer a los demás esa misma misericordia que Dios tiene con nosotros. La misericordia no sólo es el distintivo del ser de Dios, que es capaz de compadecerse de nosotros y de nuestras miserias, sino que debe ser el distintivo de los discípulos y seguidores de Cristo.
Me gustaría que el terrorismo fuera un mal sueño pasado; que la violencia entre hombres y mujeres dejara de llenar los periódicos cada día; que entre todos hiciéramos un mudo más habitable y en paz.
Quisiera que Dios dejara de ser el gran desconocido, ignorado o silenciado en nuestra sociedad actual y que lo admitiéramos en nuestra vida para que nos muestre el gran amor que nos tiene. Los seres humanos no podemos ser indiferentes a Dios y su mensaje, y lo necesitamos personalmente para vivir con esperanza; lo necesitamos en nuestra familia para saber comprendernos, amarnos y saber perdonarnos; lo necesitamos como sociedad porque una sociedad sin Dios es una sociedad sin sentido que enfila el precipicio de la desesperación, del odio y de las luchas de unos contra otros.
Convenzámonos, al comienzo de este nuevo año, que merece la pena que con nuestra aportación, nuestro testimonio y nuestra vida ayudemos a que los demás se dignifiquen y a que toda nuestra sociedad adquiera el sentido de Dios; que no sea más una sociedad sin sentido ni rumbo porque ha prescindido de Dios y se ha creado otros diosecillos que no la llenan ni dan sentido ni esperanza a su vivir ni a su realización personal.
¡Feliz y santo año 2016!
Vuestro Obispo,
+ Gerardo Melgar
Obispo de Osma-Soria