Mons. Antonio Algora Ha dado fin el Año Jubilar de santa Teresa que con motivo del 500 Aniversario del nacimiento de la Santa que nos concedió el Papa a la Iglesia que peregrina en España. He pensado que el próximo acontecimiento jubilar centenario que se celebrará de la misma categoría será el 2082 pues la Santa murió el 4 de octubre de 1582. Dándose la curiosidad histórica de que en Roma, el papa Gregorio XIII decretó la aplicación del Calendario Gregoriano en sustitución del Calendario Juliano, y, así, la noche del jueves 4 de octubre de 1582 dio paso al viernes 15 de octubre. Por la voluntad de los hombres es una santa que nace el mismo día del mismo mes y 67 años más tarde se celebra su muerte, el dies natalis, es decir, el día en que nace a la Vida Eterna.
Curiosidades aparte, quiero decir que, el que suscribe, no es nada fácil que viva tantos años más para celebrar otro jubileo teresiano y conmigo una gran mayoría de los que hemos celebrado este. La pregunta que nos podemos hacer es esta: ¿Al menos hemos avanzado en el camino de perfección que nos indicó santa Teresa? Los años que vivimos son pocos y si el salmo 89 nos dice que «Mil años en tu presencia son un ayer que pasó, una vela nocturna», menos son los que vivimos los mortales.
Sí, quiero pensar que el Año Jubilar Teresiano nos ha dejado, con las gracias jubilares, el convencimiento de que lo más importante que podemos hacer en nuestra vida es ser santos, andar el camino de perfección. La Santa, con ese realismo castellano, y sin querer meter miedo, explica a sus monjas cuál es la alternativa que espera a las personas que vivan regaladamente, con qué se van a encontrar después de la muerte, al final de sus días. Dice Ella: «¡Qué desventurado hospedaje! Pues para una noche una mala posada se sufre mal, si es persona regalada (que son los que más deben de ir allá), pues posada de para siempre, para sin fin, ¿qué pensáis sentirá aquella triste alma?».
Es un dato de experiencia humana: uno se encuentra lo que siembra. El dicho clásico: «Quien siembra vientos recoge tempestades», vemos que se cumple invariablemente y afecta más a los que más vientos de injusticia, de odio, de violencia, han sembrado… Tenemos ante nuestros ojos los destinos de los corruptos oficiales, pero los que no cogen no lo pasan mejor. Hay que decirlo con toda claridad, aunque lo disimulen.
En el Libro de la Vida, santa Teresa tiene una exclamación que nos llena de ilusión y de paz: «¡Oh Señor de mi alma, y quién tuviera palabras para dar a entender qué dais a los que se fían de Vos, y qué pierden los que llegan a este estado, y se quedan consigo mismos! No queréis Vos esto, Señor, pues más que esto hacéis Vos, que os venís a una posada tan ruin como la mía. ¡Bendito seáis por siempre jamás!».
Recojamos nuestras mejores experiencias de este Año Jubilar, el mejor conocimiento de los escritos de la Santa, que nos llevan a la amistad más estrecha con Jesucristo vivida en una oración intensa y en la vida diaria a la que también alude ella: «Pues ¡ea, hijas mías!, no haya desconsuelo cuando la obediencia os trajere empleadas en cosas exteriores; entended que si es en la cocina, entre los pucheros anda el Señor ayudándoos en lo interior y exterior». Por Cristo, con Él, y en Él, tenemos la más plena realización de nuestra existencia. No aguardemos al próximo centenario… a un hipotético mañana. Andemos en una vida nueva.
Vuestro obispo,
† Antonio Algora
Obispo de Ciudad Real